«Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor… A Dios nadie lo ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros llega a la plenitud.» (1 Jn 4,7-8.12)
La Sagrada Escritura vincula el misterio insondable de Dios a la experiencia del amor. En lo más humano nos encontramos con lo divino. La Buena Noticia de la experiencia cristiana de Dios es que Dios es relación trinitaria, que ser persona es darse y que solo somos con los demás. Sí, es una Buena noticia, sin embargo en la práctica la rechazamos en muchos momentos de nuestra existencia porque somos seres profundamente heridos en la relación. Nuestro mundo relacional está habitado por una multitud de fantasmas y los temores que pensábamos superados se hacen presentes una y otra vez. Para algunos de nosotros la experiencia del amor es una historia de fracasos.
La Buena Noticia no es solo que Dios es relación, sino que Él estableció morada en las fracturas de nuestro corazón como paciente artesano del amor. Los padres del desierto enseñaban a sus discípulos que el secreto de la conexión con la vida estaba en permanecer sentado en su celda: Siéntate en tu celda y tu celda te enseñará todas las cosas. Dicho de otra forma: no huyas, no busques fuera lo que está dentro. Ante la tentación de huir de los demás y de protegernos, cuando la relación se rompe o se vuelve más difícil, sentémonos sobre los destrozos, acallando la mente que siempre busca culpables y justificaciones, y dejemos Dios -relación de amor en sí mismo y amor incondicional en nosotros- habitar nuestro dolor y reconstruir pacientemente la confianza. Las relaciones difíciles no nos están diciendo que somos malas personas o que hacemos mal a los demás o vice-versa, tan solo, sencillamente, están poniendo al desnudo nuestro mundo herido. Desde del corazón de Dios todo es mirado y tocado con compasión. Una historia de fracasos puede transformarse en un espacio de hospitalidad donde todos se sienten a gusto.
«¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado si permanecemos abiertos unos a otros, tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plena y totalmente, te aceptamos a ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, porque nuestro ser es tu ser, nuestro espíritu está enraizado en tu espíritu.» (T. Merton)
La mística cristiana es una mística de la relación, cuyo arquetipo es Dios mismo en su misterio trinitario, «la mejor comunidad» (L. Boff). Es el otro, y solo el otro, quien puede rescatarnos del exilio del yo y hacernos descubrir que estamos hechos para el Infinito, del cual somos peregrinos. «Al que te obligue a andar una milla vete con él dos.» (Mt 5,41) Solo el otro, especialmente aquel que es más diferente, menos comprensible bajo nuestros criterios, agranda el mapa de nuestra vida, nos hace visitar territorios desconocidos, los que llevamos dentro y no sabíamos (y que, seguramente, son los más bellos). Solo el otro, sin saberlo, puede abrirnos la puerta de la casa de Dios, donde entramos no triunfantes ni como conquistadores, sino derrotados, arrodillados e infinitamente agradecidos, y, sobretodo, más humanos.
Muchas gracias!!!
Oh Dios, haznos Uno contigo!!
Muchas gracias y feliz día para toda la comunidad.
Gracias!!
Gracias por la enseñanza y que entrañable la fotografía,me recuerda a una santa mujer rezando el rosario mientras hacía encaje de bolillo….
“ Él estableció morada en nuestro corazón como paciente artesano del amor “. …pues que siga ahí mientras dure nuestra peregrinación por éste valle de lágrimas ….
Gracias