Vamos a la otra orilla

Luis Acosta y Ángel Jesús, hondureños, intentando llegar a los Estados Unidos | Fotografía de Adrees Latif | octubre 2018

Quién es este
a quien el viento y el mar
obedecen

Mc 4, 35-40

El domingo pasado, el evangelio de Mc nos presentaba a un Jesús Maestro
espléndido.

Busca expresarse con claridad meridiana y sencillez de persona cálida, en parábolas plásticas y elocuentes.

Predicador del Reino, su pregunta frecuente es a qué lo compararé, qué elemento de la vida ordinaria puede expresar, con atrayente cercanía, lo que sucede en él.

Hoy, nos presenta al Taumaturgo, al gran benefactor que pasa haciendo el bien por doquier.

No sólo con su palabra, palabra divina, sino con obras; obras de Dios, porque el Reino está en marcha y el dedo de Dios está actuando.

Hace el bien a ritmo de circunstancias, al reclamo de todo necesitado: dado a los que se le acercan, o acercándose a quien precisa de él, sin esperar necesariamente a que se le pida.

El evangelista elige milagros de entre los que recoge de la tradición viva: lo presenta así con poder sobre los elementos de la naturaleza, sobre las enfermedades y sobre la muerte.

Vamos a la otra orilla.

Lo dice quien necesita descansar luego de una intensa jornada. Para ello, viene bien cambiar de ambiente: pasa así de la turba numerosa al círculo estrecho de los discípulos.

Es ya tarde avanzada y se adentran en el lago, que puede traerles sorpresas.

Sí, porque las alturas del Hermón, el más alto del Líbano y de la cuenca oriental del Mediterráneo, trae unos aires que se las tienen que ver con
el calor a medida que desciende el Jordán y se acerca al lago de Genesaret, ¨el lago de Jesús¨. Los Altos del Golán (aquellas bíblicas Montañas de Basan) hacen de muro a un lado y embretan los vientos del monte Líbano.

No es una sorpresa que se den tormentas repentinas en el lago. Pero no contaban con se dieran en esta travesía, que dura varias horas. Lo cierto es que hay agitación en las olas y de sus embates da cuenta la barca, cada vez más a punto de naufragio.

El miedo crece y gritan ellos a Jesús, que duerme en el cabezal como si nada: Lo despiertan y se yergue imperioso en la popa para increpar al viento y decirle al lago: ¨¡Silencio, cállate!¨. Y así es. Se da la calma, la barca lo agradece y ellos quedan asombrados.

Lo habían despertado para que se sumara a los esfuerzos del grupo y él ,en solitario, se impone claramente como el dueño de la situación, a quien obedecen el viento y las olas embravecidas:

¿Quién es este?

Pregunta que surge de la admiración, cuya respuesta ira atravesando todo el evangelio hasta el calvario: hombre extraordinario, hijo de Dios.

¿Todavía no creéis?

Lo que va esperando Jesús es que vean, y, viendo, avancen hasta llegar a una convicción personal y creyente acerca de quién es.

Por lo visto, ya habían visto otros hechos portentosos.

En el caso presente, lo que les ha llevado a Jesús no ha sido la fe, sino el pánico. Y el Señor considera que ya es era hora de que crezcan en la fe y la confianza en él: Jesús está dispuesto, Jesús los va a salvar.
No han llegado todavía hasta el punto de no perder la paz.

Cómo no evocar

La actitud del barquero:

El barquero aquel que trasportaba a César.
Eso de trasportarlo le infundía mucho respeto a la hora de gobernar la barca: cuánto esmero, qué seguridad.

Pero una ola atrevida le hizo dudar: César acude presto a animarlo: No temas; Caesarem vehis! ¡Estás llevando a César! El mismo que le infunde respeto es el que le trasmite paz.

La actitud de Clara de Asís

Nunca perder la paz.
El convento confiado a sus cuidados le merece
todo su empeño para dar en ello lo mejor de sí.
Pero nunca perder la paz.
Es de Dios, que cuida de él.

EN SUMA:
SIEMPRE CON PAZ, LLENO DE PAZ

VAYAMOS A LA OTRA ORILLA,
INVITADOS POR AQUEL
A QUIEN OBEDECEN EL VIENTO Y LAS AGUAS EMBRAVECIDAS

4 comentarios en “Vamos a la otra orilla

  1. Beatriz dijo:

    Gracias! …
    o la actitud de Sta..Teresa de Jesús:

    …Confianza y fé viva mantenga el alma
    Que quien cree y espera todo lo alcanza ….

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