
Fuente del Hospital de la Sta. Creu de Barcelona | Fotografía de Manuel Torres Garcia
Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco, decía hoy Jesús a los apóstoles. El verano, tiempo de vacaciones, es un momento muy propicio para reflexionar sobre la necesidad y la urgencia que tenemos todos de descansar.
Pero, ¿de qué tenemos que descansar? Un himno litúrgico que cantamos en el oficio de vísperas comienza así: Vengo Señor cansado del trabajo, cansado de la lucha y de mí mismo… Para eso precisamente son las vacaciones para descansar del trabajo, de la lucha y de uno mismo, porque a menudo detectamos una fatiga que nos hace perder lucidez mental, que nos pone ansiosos y que mantiene nuestro ánimo bajo mínimos. Por eso, necesitamos pararnos, recogernos para tomar distancia de lo que estamos viviendo, para sacudirnos el polvo que se nos va adhiriendo a lo largo del camino. Necesitamos descansar para dejar de sentirnos espesos, como si estuviéramos soportando una pesada carga que no acertamos a saber muy bien a qué se debe.
Los motivos por los que nos cansamos son tan numerosos como las personas que estamos en esta celebración: Unos se sienten apremiados por su sentido excesivo de la responsabilidad y piensan que deben tener acabado el trabajo en un tiempo determinado y que han de hacerlo, además, de una manera exquisitamente esmerada. Otros interpretan como coacción la mirada de sus colegas o de su jefe. Otros muchos se ponen nota en todo lo que hacen, y tienen un sentimiento de que nunca son lo bastante buenas. Para los perfeccionistas nada es lo bastante bueno: querrían llevar a cabo todas y cada una de sus tareas de manera impecable y sin el más mínimo defecto. En vez de concluir una tarea, controlan la anterior, y como no les parece lo suficientemente buena, la reinician otra vez desde el principio. Están los que quieren mantener, de cara al exterior, una fachada perfecta; se podría decir de ellos que viajan con el freno de mano puesto. Derrochan demasiada energía para construir la fachada, y les queda demasiado poca para llevar a término el interior de su casa.
Están también los que deben tenerlo todo bajo control. Controlan sus relaciones y se pasan la vida reflexionando sobre las eventuales posibilidades: lo que puede estar tramando un compañero de trabajo, qué les podría pasar a los niños, o qué estará cavilando su cónyuge. Otros malgastan mucha energía porque no hacen más que rumiar la opinión de los otros. Sólo piensan en lo que los otros piensan de ellos; antes de decir nada se preguntan qué ideas y opiniones podrán despertar sus palabras en quienes los rodean. Y con tales pensamientos no hacen sino agotarse. Están aquellos que desde la infancia deben satisfacer las expectativas de sus padres o aceptar puntos de vista que otros les han impuesto a partir de su propia vida. También les hay que tienen la impresión de que todo cuanto emprenden pueden llevarlo a cabo con su propia voluntad. Pero en algún momento se dan cuenta de que esta voluntad tiene serias limitaciones…
…Y así, podríamos seguir enumerando razones por las que nos sentimos cansados. Quizás lo que subyace en el fondo de todas ellas pueda ser el hecho de haber perdido la comunicación y la relación con las propias fuentes interiores. Perdemos con facilidad la vía de acceso a los propios recursos y vivimos con la mirada puesta en la tarea que la vida presenta, y de esa manera nos desconectamos de la fuente interior. Y esto agota y cansa. Necesitamos una fuente interior donde poder acudir a beber, pues de lo contrario rápidamente nos agotaremos.
Y esa Fuente que nos nutre, que nos refresca, que nos ayuda a relativizar, que nos permite priorizar y poner las cosas en su sitio, que nos ayuda a conocer nuestros recursos, nuestras fuerzas y también nuestras limitaciones, que nos ilumina para ver lo que es esencial y lo que es accidental, que nos da alas para volar ligeros de equipaje, que nos enseña a vivir desde el ser y no desde el tener o el hacer, que nos hace caer en la cuenta de que no somos tan importantes, que nos proporciona ese sano sentido del humor para reírnos de nosotros mismos y no tomarnos las cosas tan a pecho, que nos hace sentir alegres, que da simplicidad a nuestra vida, que nos hace como niños asombrados ante el milagro de la vida… Cuando vivimos desde esa Fuente, que es el Santo Espíritu, nuestra vida es una vida humana divinamente humana porque es una vida espiritual. Cuando bebemos de esa fuente, la vida fluye sin obstáculos ni interferencias.
Y cuando nos sentimos cansados, extenuados, perdidos, como ovejas sin pastor, no tenemos más que acudir al Buen Dios, porque el Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Y escucharemos su Voz que nos dice: Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Y como un niño en brazos de su madre, sin ambiciones, sin pretender grandezas que superan nuestra capacidad, con la actitud de los pobres, de los que no tienen nada que perder, podemos abandonarnos en el único en el que podemos hallar descanso: sólo tú, Señor, me haces vivir tranquilo.
Que Jesús nos conceda la gracia de descansar junto a Él y desbordados en agradecimiento, podamos disfrutar de aquello del profeta Isaías: Los muchachos se cansan, se fatigan; los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas de águilas, corren sin cansarse, avanzan sin fatigarse. (Is. 40, 30s).
Sólo tú, Señor, nos haces vivir tranquilos!
Gracias!
En la antífona al evangelio de hoy nos dice Jesús, “ mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen. Juan 10,27.
Padre concédenos la gracia de escuchar la voz de tu querido hijo Jesucristo para poder descansar tranquilos y en paz y aparta de nosotros las voces que intentan entorpecer nuestro camino con Jesús.
Gracias
Retiro es sinónimo de silencio de la mente y del cuerpo. Gracias a ese silencio , nos sentimos más descansados y accedemos a nuestra dimensión profunda ( espiritual) . Retirarse al «desierto» como lugar de meditación y reflexión, es buscar la fuente que siempre está manan
do para mi.
Gracias por esta magnífica reflexión
Gracias
Quizás no podamos solucionar los grandes problemas del mundo, pero siempre podemos construir la paz en nuestro interior, en nuestra casa, en nuestro trabajo, en nuestro círculo de amigos, en nuestras relaciones de todo tipo…. No imaginamos el alcance que eso puede tener.
Muy iluminador, nutritivo y refrescante. No me habia dado cuenta de que, a veces, lo único que me ocurre es que estoy cansada. Graciñas, siempre.