San Bernardo hizo de la Sabiduría su ideal de vida, su camino de seguimiento, lo cual le condujo a la libertad de corazón, que es la última estación del hombre sabio y prudente. Me gustaría que, en este día de su fiesta, Bernardo, nos hable de su verdad, y quizás sea ésta la mejor forma de entrar en contacto con él, y de que su existencia vivida desde la fe, nos hable a la interioridad de la nuestra.
Bernardo nos enseña que se puede ser un hombre de Dios sin dejar de ser hombre. En él no puede entenderse la experiencia profunda del hombre desligada del Misterio de la Palabra. La luz de la Palabra es, tanto para él como para nosotros, como una espada de doble filo que, por una parte, descubre nuestro auténtico rostro -herido y pecador-, y por otra, va trasformando por la fe todas las obras en luz, hasta despertar a la Palabra revelada, asentada en el fondo del corazón como en su trono. Y es que la Palabra de Dios hace audible toda la infinitud interna de la vida del hombre.
Para San Bernardo, el hombre es una capacidad de Dios creada a su imagen. Pero esta capacidad se encuentra en conflicto, porque ha perdido la semejanza. Ante la Palabra, se descubre pecador y débil, pero siente que su capacidad de Dios le impulsa a ponerse en camino desde la región de la desemejanza hacia el paraíso. Aún así, esta situación despierta en él una cierta angustia existencial que le pone a veces al borde de la desesperación.
Pero no se detiene en análisis y descripciones; simplemente constata que nace y vive con su propia historia personal. Sabe que cada hombre está perseguido por su sombra, y que cuanto menos incorporada esté a la vida consciente de la persona, es tanto más negra y densa. Precisamente es a través de la sombra como hay que llegar a la totalidad del hombre, o lo que es lo mismo, a su profundidad; sin ello es imposible la experiencia de la luz, porque el hombre permanece fragmentario.
Cuando uno toma conciencia de sí mismo, del propio pecado, se hace manso y aprende a tener misericordia, y puede acercarse a los demás a socorrerles con toda suavidad. Por eso el que entra en el camino de la verdad, cuando descubre en los otros las miserias que ha llorado en sí mismo, a la vez que acumula experiencia, agudiza también su dolor. Se confiesa siervo inútil, incapaz de guiarse según la justicia de Dios, y se refugia en su misericordia.
En sintonía con toda la tradición monástica, San Bernardo tuvo la experiencia de que la humildad era la clave que disponía a la acogida de la sombra y del perdón frente a la culpa. La humildad pasa por la verdad de sí mismo en cuanto persona, por el amor misericordioso a los demás, y culmina en la iluminación, o lo que es lo mismo, en la simplicidad y en la paz.
Para Bernardo, el reconocimiento de la pobreza y miseria propia, es un reconocimiento de la pobreza y miseria de los otros. De aquí dimana el amor solidario, y se afianza la compasión con la suerte de los demás. Ahora es cuando se está en disposición de practicar y vivenciar el arte de amar. La humildad es inseparable del amor; es la única virtud que cura el amor herido. La humildad misma rezuma amor. La humildad es don, y es reconocimiento del don y del donante, que abre caminos de lucidez y profundidad. De esta manera es como la persona se va simplificando y unificando en profundidad con su imagen. La naturaleza es sencilla y solicita un corazón sencillo. Un hombre así más que pensar, sentir o querer a Dios, vive a Dios. Toda su vida es oración: ora viviendo.
Bernardo, nunca se consideró perfecto, y hasta escribió para que esto se supiera, pero también reconoce con humildad una cierta coherencia entre su timidez y el deseo de dominar, entre su vida de intensa actividad y su aspiración a la contemplación. Tampoco podía negar que se sentía estimado y, lo que para todo hombre es aún más importante, se sentía amado. No es que fuera amado por todos; pero sí por muchos, y en medios muy diferentes.
Que Santa María la Virgen, nos ayude a hacer de la Sabiduría nuestro ideal de vida, el camino de seguimiento que nos conduce a la libertad del corazón.
Gracias
Feliz día para toda la COMUNIDAD, y que la humildad de San Bernardo no ayude a todos para colaborar en la construcción de un Reino más amable. GRACIAS.
Gracias y Feliz Día para toda la Comunidad!
Gracias !!
Unidos en la oración por intercesión de San Bernardo…
Gracias
Me uno a toda la Comunidad y la Orden del Císter.
Muchas bendiciones para la Comunidad de Sobrado. Algún año tuve la dicha de pasar ahí este día. Celebro la vida con todos.
Con cariño
Agradecida por todo lo recibido de la COMUNIDAD
En este sereno Monasterio, el encuentro con el Señor fue una experiencia de sanación.
Os llevo en mi corazón
Con cariño