Una nueva inocencia

Escultura de Jon Helip

El que acoge a un niño en mi nombre me acoge a mí; si no volvéis a ser como niños no entrareis en el reino de los cielos. ¿Qué es volver a ser como niños? Lo que caracteriza a un niño es su inocencia. ¿Quiere decir eso que tenemos que recuperar la inocencia que teníamos cuando éramos niños? Sabemos que eso no puede ser, pero si ello fuese posible, supondría una regresión. Los Padres de la Iglesia dicen que Adán perdió la inocencia del paraíso y que el hombre nuevo tiene que adquirir una nueva inocencia. 

Tanto la inocencia de Adán y Eva en el Paraíso como la del niño cuando todavía no razonaba, les permitía tener una visión global de todo, donde el bien y mal no estaban separados y definidos. Esa inocencia se pierde al comer del árbol del conocimiento del bien y del mal; es el conocimiento que discrimina entre bien y mal, verdadero o falso, siempre de acuerdo a las normas culturales, sociales, históricas y las circunstancias de la vida.

Cuando perdemos esta primera inocencia al abandonar la niñez, ‘somos expulsados del paraíso’ y lanzados a la existencia con la conciencia de lo mío y de lo tuyo, enfrentamos la vida desde un conocimiento de lo que nos han dicho que es ‘la verdad’, ‘lo que debería ser’, lo ‘mejor y lo peor’, lo ‘permitido o lo prohibido’. Son datos externos que nos vinieron de fuera a través de nuestros mayores.

La condición humana es la condición de la inocencia perdida, y sería un error pensar en volver a la primera inocencia, a la condición paradisíaca. Entonces, podemos ver en el relato del Génesis que Dios fue mucho más misericordioso de lo que nos imaginamos al poner en la puerta del paraíso a los querubines con espadas de fuego con el fin de impedir al hombre ceder a su mayor tentación: la de querer retornar a la ignorancia y negarse a proseguir su propio proceso evolutivo.

La nueva inocencia, es el fruto maduro y gratuito de quien se atreve a vivir fuera del paraíso, después de haber perdido la primera inocencia, que no quiere regresar al paraíso para recuperar la inocencia perdida, porque no quiere seguir viviendo en la ignorancia, y por eso acepta la condición humana como es, con sus luces y sus sombras, con lo bueno y lo malo, con lo feo y lo bello… Y, si llega el momento, porque así Dios lo quiere, se asombrará y mirará al sol como si fuese la primera vez, y contemplará todas las cosas de otra manera, conocerá espontáneamente, pero no juzgará, simplemente verá, gozará, vivirá, no esperará otra cosa. No es una ideología, ni es una forma de pensamiento, es una actitud que se agota en cada momento. No se quiere nada, solo se disfruta o se padece el momento.

Y, ¿qué hay que hacer para vivir esta nueva inocencia? Sencillamente vivir la vida haciendo todo como si de mí dependiera, pero sabiendo que nada depende de mí, porque la nueva inocencia es regalada por pura Gracia de Dios. Lo que hace que alguien se vuelva como un niño, es el Espíritu Santo que, poseyéndole a través de su perfil y condicionamiento singulares, le hace espontáneo sin la interferencia del ego que todo lo contrasta con el pasado y lo anticipa por inseguridad y miedo al futuro, todo lo mide, lo evalúa, lo juzga y lo condena. ¿Y qué pasa cuando uno no evalúa, ni juzga, ni condena? Pues que tampoco es juzgado ni condenado, por eso no queda contaminado por el bien que hace o el mal que comete.

Por eso, el que es como un niño es espontáneo, inocente y humilde. Ya no se toma las cosas personalmente, ya no se da importancia y por eso sencillamente sigue regresando al hogar que él mismo es, sabiendo que es la persona que siempre estuvo esperando. Vive amándose a sí mismo, desde el corazón,  en la aceptación de lo que es, y por eso vive la vida cotidiana en la paz y en la armonía, haciendo todo como si de él dependiera, pero con la sabiduría de que nada depende de él.

El que ha nacido de nuevo, quien conoce esta segunda inocencia, vive la vida como un milagro continuo, sabe que toda la belleza de la vida reside en vivir con apertura y confianza el riesgo, la novedad, lo que no se conoce. Vivirá con la certeza vital de que procede de Dios y que vive siempre en Él porque se sabe uno con Él.

Cada cual hace su camino caminando. Nadie puede hacer el camino del vecino y, además, en la vida no hay atajos, ni técnicas, ni prácticas ni magias ni nada para evitar todos los pasos que se deben dar. Cada momento es nuevo.

Hoy la Buena Noticia nos invita a vivir en la aceptación amorosa y, por eso mismo, espontánea de lo que somos, de lo que es, y eso crea un clima de paz y de armonía en medio del devenir dramático de la vida. A ello podría ayudarnos la rumia de esta exhortación que San Francisco de Sales dirige a unas religiosas: la Providencia es buena madre y sabe mejor que vosotras lo que necesitáis. Mantened vuestros corazones en esa santa indiferencia de recibir todo lo que se os dé y no desear lo que no se os dé. Nada pedir, nada rehusar. Recibid lo que se os dé y no pidáis lo que no se os quiere dar. Practicando esto, encontraréis la paz.

Que Jesús nos conceda vivir desde la inocencia de los hijos de Dios.

7 comentarios en “Una nueva inocencia

  1. Matilde Isabel Leal Ojeda dijo:

    El conocimiento no puede hacernos ni buenos ni malos, porque la ciencia no es buena ni es mala, somos los seres humanos quienes elegimos con que intención utilizamos ese conocimiento, para que, el conocimiento es un templo sagrado, inocente, que no tiene fines de poder, solo conoce, es el hombre quien lo ha utilizado mal.
    Einstein no hizo la bomba nuclear, solo hizo una fórmula , fijo un constante, que el hombre utilizo para matar al hombre.
    Saludos a Juan Luis Pavón Mestras, Como está mi querido Juan?
    Por favor háganme llegar mi saludo a mi amado Profesor.
    Isabel Leal .

  2. Mane dijo:

    Acoger y servir a los niños de todas las edades, a los «nadies» de hoy.( dentro de cada uno de nosotros hay un «niño» que espera ser acogido). Tachemos. Mandar, poder, prestigio, mangonear, trepar, ser primero…
    Homilía preciosa y llena de ternura . Gracias por compartirla con todos

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