Los esposos, signo del Dios fiel

Dream of the Lovers | Marc Chagall | 1962

La homilía de este domingo la he tomado literalmente de una reflexión de Enzo Bianchi sobre el evangelio que se nos ha proclamado.

Jesús parte de Cafarnaún y se dirige a Judea; y allí, «como tenía por costumbre, se puso a enseñar a la gente». En este contexto se le acercan algunos fariseos «para ponerlo a prueba», y le plantean la cuestión de «si es lícito al marido separarse de su mujer». La intención de la pregunta no es, por tanto, conocer el parecer de Jesús, sino tentarlo, ponerlo en un aprieto, Jesús no se deja enredar en la polémica, si no que convierte su respuesta en un anuncio del matrimonio según la voluntad de Dios.

Como suele hacer en sus discusiones con los fariseos, Jesús replica con una pregunta que los remite a la Torá, la Ley dada por Dios a Israel por medio de Moisés: «¿Qué os mandó Moisés?». La rápida respuesta alude a un texto del Deuteronomio: «Moisés permitió escribir un certificado de repudio y expulsar a la mujer». En este momento, Jesús invita a sus interlocutores a dar un paso más, a no contentarse con na explicación literal de la ley, sino remitirse a la voluntad de Dios, el Legislador. Por eso afirma: «Moisés os dejó escrito ese precepto por la dureza de vuestro corazón». La cláusula del divorcio transmitida por Moisés a los hijos de Israel era solo un gesto de paciencia con «la dureza del corazón», la incredulidad y la resistencia del hombre a obedecer la voluntad de Dios.

Pero la intención originaria de Dios era bien distinta, pues «en el principio de la creación, Dios los creó varón y mujer», de modo que «ya no son dos, sino una sola carne». Por eso «el hombre dejará a su padre y a su madre, y serán los dos una sola carne», de modo que «ya no son dos, sino una sola carne». Jesús, desde su actitud de verdadera escucha de la Palabra de Dios, cita y actualiza dos pasajes del Génesis para afirmar que, en este asunto, la voluntad divina sobre el hombre es la unión. Y concluye: «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre».

Las palabras de Jesús nos ayudan también hoy a captar la verdad del matrimonio cristiano. Se trata de una aventura, una historia y como tal supone la capacidad de perseverar y de perdonarse mutuamente. La relación conyugal se prueba a lo largo de una historia de amor, en la que pueden darse caídas y crisis, pero en la que debe permanecer siempre la voluntad decidida de renovar la unión, la tensión de guardarse fidelidad a toda costa. Solo así pueden los esposos llegar a ser signos del Dios que es fiel a su alianza a pesar de las traiciones de su pueblo adúltero. Dios no se divorcia de Israel ni de la Iglesia a pesar de sus infidelidades.

Pero hay más. Jesús revela que el hombre y la mujer que se casan deben asumir la separación de las respectivas familias de origen, pues de lo contrario su unión correrá el riesgo de quedar atada en el pasado. Al unirse en matrimonio, los dos se implican en una relación interpersonal más profunda que la filial, una relación que no es solo unión carnal, sino esponsal  en toda su amplitud, hasta intentar ser una sola persona, un solo cuerpo, hasta formar con Cristo un solo espíritu. Únicamente desde un verdadero distanciamiento de las ataduras carnales del pasado puede nacer una unión estable y definitiva, capaz de narrar la fidelidad de Dios, en Cristo, a cada ser humano y a toda la humanidad.

Cuando los Doce regresan a casa, le preguntan de nuevo a Jesús sobre el tema. Han quedado sorprendidos de sus palabras que, según el texto paralelo de Mateo, llegan a afirmar: «Si tal es la condición del hombre respecto a la mujer, mejor es no casarse». Pero Jesús reitera con el mismo radicalismo lo que había dicho a la gente: «El que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si ella repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio». No obstante, cuando llega la ocasión de encontrarse cara a cara con una mujer adúltera, Jesús no la condenará, sino que la invitará a la conversión, al cambio de vida. Esto nos enseña que incluso en una cuestión delicada como el divorcio, Jesús no dicta sentencia ni condena, sino que hace un anuncio, el anuncio exigente que brota de la voluntad de Dio contenida en la Escritura. La Iglesia, a su vez, está llamada a repetir dicho anuncio con total franqueza y discreción, y acompañarlo con la misma misericordia de Señor.

5 comentarios en “Los esposos, signo del Dios fiel

  1. Beatriz dijo:

    Gracias!! En la época de Jesús la mujer era considerada poco menos que una cosa, cualquier esposo podía abandonar a su esposa sin darle ningún tipo de explicación ¿ cómo iba a estar Jesús de acuerdo con eso ? , aunque se lo planteara un cum laude . Además, no olvidemos, que Jesús aparte de los apóstoles tenía muy buenas amigas, como María Magdalena, Marta y María…
    El evangelio de hoy lo veo así de sencillo, pero en fin, hay más perspectivas ¡ claro!.

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