Dios lo puede todo

Escultura de Kiki Smith

El hombre que se acerca a Jesús, es tan piadoso que puede decir sinceramente que todo lo ha cumplido. Jesús se quedó mirándolo, lo amó y se ilusionó ante su actitud de búsqueda. Vio la oportunidad de que descubriera algo más allá de su intachable fidelidad, que no acababa de llenarle, y le sugiere lo que le falta: vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme. El hombre frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Su huida, lleva a Jesús a hacer un comentario tremendo: ¡qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas! De ahí, el espanto total de los discípulos: ¿entonces quien puede salvarse?… Es imposible para los hombres no para Dios. Dios lo puede todo.

La fe de Israel gira toda en torno a su Dios, que es su Roca. La roca es una imagen de solidez, de firmeza; me puedo apoyar en ella. El problema es dónde pongo mi seguridad, mi riqueza. Donde uno pone su seguridad -su tesoro-, ahí reside su valor supremo -su corazón-, ahí es donde está su dios, la roca en la que se apoya.

En el cumplimiento impecable de los preceptos, este hombre religioso, puede que se esté buscando en realidad a sí mismo y no a Dios. Con su voluntarismo, ha podido hacerlo todo y solo. Pero al mismo tiempo, es posible que le importe mucho menos encontrarse con el amor de Dios que con el cumplimiento literal de la ley. Quiere hacerlo todo por Dios, pero parece que no necesita contar con Él. Lo único verdaderamente importante es el cumplimiento de los ideales y normas que se ha prefijado. De tanto mirar a la letra de los preceptos se olvida de la voluntad de Dios que en ellos se contiene. Aparece así el peligro de una espiritualidad epidérmica que persiste en la idea de que se puede llegar a Dios por el propio esfuerzo. Pero no, no se puede llegar a Dios por el propio esfuerzo. Lo paradójico consiste en que todo esfuerzo lleva a constatar que solo con él, nadie puede ni hacerse mejor, ni llegar a Dios.

No puedo lograr solo el ideal que anhelo. En un momento dado llego a tocar techo en mis posibilidades y a comprobar allí que, solo, fracasaré irremediablemente y que únicamente la Gracia de Dios puede cambiarme. Dios me ama incondicionalmente -eso lo tengo claro en la cabeza- pero si trato desesperadamente de complacerle, no percibiré la incondicionalidad de su amor, y no se producirá la honda y decisiva experiencia de saberme amado gratuita e incondicionalmente. Si recibo amor mientras estoy tratando de ganarlo, no haré sino reforzar mis esfuerzos por ser amable; esto sólo incrementará mis esfuerzos por ganar amor. Y el amor que reciba, lo experimentaré como fruto de mis esfuerzos. Es una necedad que avance en esta dirección si no estoy motivado por un anhelo íntimo de la presencia de Dios, si no siento un doloroso déficit interior que no puede compensarse con ningún tipo de ingenioso artificio.

Si creo que soy feliz y que he alcanzado el éxito, puedo estar cerrando la puerta a la transformación a la que conduce la búsqueda interior. El seguimiento de Jesús, el ejercicio ascético, no me confronta con la fortaleza sino con la debilidad, con la experiencia de que no puedo mejorar sin la Gracia de Dios. Necesito dudar de mis posibilidades para contar sólo con las posibilidades de Dios, en cuyas manos me pongo. Cuando llego a la convicción de que, a pesar de mis esfuerzos, no logro mejorar en la vida espiritual, estoy en disposición de comprender mejor el significado de la Gracia.

Lo paradójico en la vida espiritual consiste en la posibilidad de experimentar la fuerza de Dios en nuestra flaqueza. En nuestro ejercicio ascético tenemos a veces el sentimiento y la convicción de poder seguir solos adelante en la conquista de la transformación. Llega el fracaso y entonces nos damos cuenta de la inutilidad de nuestros esfuerzos y de la absoluta necesidad de la Gracia de Dios. La Gracia se instala en nuestra flaqueza y se trasforma allí en fuerza del Espíritu. El Espíritu sólo puede transformarnos cuando le dejamos abrir brechas y penetrar por ellas. Antes tiene que derribar murallas, fortalezas y castillos.

Cuando caen los muros de una falsa perfección todo comienza a ser posible. Cuando al buscador se le vienen abajo los ideales en los que había puesto su ilusión y confianza no le queda otra solución posible que la de entregarse totalmente a Dios. La experiencia de la salvación es la rendición, la entrega de dicha vulnerabilidad al Amor Incondicional de Dios. De ahí, la ambivalencia de la vulnerabilidad: donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia.

¿Entonces quien puede salvarse?… Es imposible para los hombres no para Dios. Dios lo puede todo.

Termino con la oración propia de este domingo: Te pedimos, Señor, que tu Gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien.

7 comentarios en “Dios lo puede todo

  1. pedro garciarias dijo:

    este comentario no pudo salir mejor, ¡me ha llenado!, casi como en un espejo me sentí reflejado….¡que Dios me rescate!, la soberbia de la autosuficiencia es terrible, destruye siempre hasta Dios interviene y rescata.

  2. Mane dijo:

    Si no sabemos dar lo nuestro al necesitado, algo esencial nos falta para vivir con alegría cristiana.
    Gracias por compartir esta bella y magnífica reflexión

  3. Beatriz dijo:

    Muchas gracias!! “ doloroso déficit Interior “ , esta frase es muy representativa de la posición de la escultura de la fotografía.
    Los Padres del desierto hablaban del don de lágrimas… lágrimas de experimentar nuestra miseria delante de Dios encarnado y crucificado y muerto por nosotros, y que nos ofrece su amistad , se hace amigo nuestro ¡ es una pasada … es algo tremendo!

  4. vicenta rúa dijo:

    Gritar desde lo hondo
    abandonado a su Sonrisa.
    Dejar tu puerta abierta
    por si el Aire quiere entrar
    y traspasarte.
    Y sentir el Gozo de volar libre
    sin que tus plomos te pesen
    si no que todo te eleve.

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