La mirada que descubre lo auténtico de las personas

 

Cruz de la Parroquia de Espinho, Portugal (det.) | Xaime Lamas, monje de Sobrado

Creo que tenemos una urgente necesidad en la Iglesia de volver a sumergirnos en las aguas purificadoras del Evangelio. El heresiarca Marción ya decía en su tiempo: «Qué milagro, qué arrebatador, potente y asombroso que nada se pueda afirmar ni pensar superior al Evangelio, ni comparar con él».

Necesitamos dejar de hacer lecturas morales del Evangelio y de la Escritura en general y acogerlo como nos fue ofrecido, como Palabra llena de gracia y de verdad. «Palabra que es viva y eficaz, más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la división entre el alma y el espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón. No hay criatura invisible para ella: Todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta» (Hb 4, 12-13).

Esta Palabra llena de gracia y de verdad que  nos acompaña, nos anima, nos interpela, nos toca con su mano sanadora el corazón, denuncia nuestras falsedades, nuestras hipocresías, nuestra doble moral. Pero, sobre todo, el Evangelio nos quiere enseñar, si le abrimos el corazón, si dejamos que su Palabra nos toque y deje en nosotros una herida luminosa, mirar el mundo, a las gentes, a las instituciones, con los mismos ojos como los miraba Jesús de Nazaret.

Hay muchas formas de mirar, de ver. Jesús nos lleva más allá de las meras apariencias porque el miraba a las cosas de otra manera. Se lo advierte a las gentes: Toda la apariencia externa de los hombres religiosos, sus ropas suntuosas, sus largas oraciones, la ambición de los primeros puestos… no esconden más que su codicia de vivir oprimiendo a los pobres y sencillos. Y esto no es algo que aconteció en los tiempos de Jesús, es una losa pesada que la Iglesia lleva a sus espaldas a lo largo de los siglos. Olvidamos con frecuencia que la escala de valores que ofrece el Evangelio va en razón inversa de la escala mundana de valores. A veces la Iglesia se mundaniza y  admite en su seno el protocolo mundano, con todo lo que esto supone de pérdida de los valores evangélicos. Y por eso la insistencia de Jesús a su comunidad de un cambio de mentalidad, que aprendan a mirar y a observar lo que sucede en el entorno en que se mueven para poder saber discernir lo que es verdadero de la mera apariencia de las cosas; que gestos van cargados de amor y cuales encierran una falsedad que se esconde en meros formulismos, sean religiosos o no.

La mirada de Jesús descubre lo oculto, lo que cada persona tiene dentro de sí. Por eso queda fascinado por el humilde gesto de la pobre viuda, y tan fascinado que llama por los discípulos. El hecho de llamarlos nos indica que quiere que comprendan el verdadero valor de los pequeños gestos que se dan en la vida cotidiana y que nos pasan desapercibidos porque solo tenemos ojos para las cosas grandes. Y Jesús engrandece a la pobre viuda delante de sus discípulos porque su generosidad es más grande y auténtica, porque no solo dio lo poco que tenía para vivir, mientras que los demás daban de lo que les sobraba, sino que en aquella dos monedas va toda su generosidad y entrega. «No  nos equivoquemos. Estas personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, que saben amar sin reservas, son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Ellas son las que mantienen vivo el Espíritu de Jesús en medio de otras actitudes religiosas falsas e interesadas, las que creen de verdad en Dios, las que hacen el mundo más humano. De estas personas tenemos que aprender a seguir a Jesús. Son las que más se le parecen» (J. A. Pagola).

Tomar como guía el Evangelio, nos dice San Benito, no solo a los monjes, sino a todos. Como guía porque solo en él descubriremos al Jesús auténtico y no al de las lecturas interesadas que se hicieron de su persona a lo largo de los siglos. Redescubrir al Jesús que invitaba a las gentes lo que suponía mirar con atención y descubrir el mensaje que se escondía en las cosas más sencillas y que no les prestamos mucha atención: Mirad las aves del cielo, los lirios del campo para comprender el gran amor que Dios tiene por sus criaturas. Contemplar a Jesús que ve a las pobres gentes aplastadas, como ovejas sin pastor y se le conmueven las entrañas, para que sepamos tener un corazón que sepa acoger a los más humildes y perdidos. Observar y conocer la diferencia entre la fría mirada de los celosos observantes de la Ley y la mirada bondadosa de Jesús a la mujer “pecadora” que se acerca a Él con el corazón roto. Sentir su mirada que nos traspasa de amor y que nos hace llorar desde el corazón como le pasó a Pedro en la casa del Sumo sacerdote como nos lo cuenta San Lucas: «El Señor, volviéndose, miró a Pedro» (Lc 22,61). Y, sobre todo, mirar al que colgaron del madero y miraba a sus verdugos con el corazón roto de amor y pidiendo al Padre el perdón para todos ellos.

No lo olvidemos: Si aprendemos a mirar el mundo con los ojos de Dios, comprenderemos que los gestos más sencillos son los que mantienen viva la fe de la Iglesia.

6 comentarios en “La mirada que descubre lo auténtico de las personas

  1. Beatriz dijo:

    Muchas gracias !! Para saber cómo es la mirada de Jesús, no basta saber que El siempre nos está mirando, hay que tomarse tiempo para mirarlo .. . Su mirada no engaña nunca… hay que mirar primero a Jesús para poder vivir el evangelio desde el corazón… La cabeza de la Iglesia es Jesucristo…

  2. vicenta rúa dijo:

    Contemplar a Jesús pausadamente, contemplar sus ojos, su forma de verlo todo, especialmente al Padre y a las personas. Hasta que su mirada nos traspase y se vaya convirtiendo en la nuestra, y todo su rostro se vaya imprimiendo en el nuestro. Suficiente para permanecer vivos, no se necesita nada más. Sus ojos, como la serpiente de bronce que sanaba por completo a los israelitas, en su caminar por el desierto.
    Muchas gracias.

  3. EDGAR LUNA dijo:

    Gracias autor for este mensaje tan simple, claro, auténtico, profundo y sanador. Definitivamente espada de dos filos. Definitivamente apropiado para estos tiempos contemporáneos. Definitivamente apropiado para mi. Este será un fin de semana de introspección.

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