Mis palabras no pasarán

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios está volcado sobre el porvenir. Esta actitud le distingue de los pueblos circundantes, cerrados en el continuo devenir de los ciclos naturales. Israel se encuentra siempre en tensión hacia la salvación que ha de venir. Desde Abrahán, a quien Dios le dice: sal de tu tierra, pasando por el éxodo hacia la tierra prometida, Israel vivió siempre con la esperanza de algo mejor que Dios le iba a dar. Es curioso que, cuando se cumplía la promesa, surgía otra expectativa y otra promesa.

La referencia que los evangelios hacen a los últimos tiempos, es lo que llamamos escatología. Escatología significa ‘lo último’. Su origen es la palabra de Dios, y su objetivo, descubrir lo que va a suceder al final de los tiempos, pero no por curiosidad, sino por un intento de acrecentar la confianza. En tiempo de Jesús se creía que la intervención definitiva de Dios iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predica­ción de Juan Bautista y de Jesús. También en la primera comunidad cristiana se vivió esta espera de la llegada inmediata de la parusía. Solamente en los últimos escritos del NT, es ya patente un cambio de actitud. Al no llegar el fin, se empieza a vivir la tensión entre la espera del fin y la necesidad de ocuparse de la vida presente. Se sigue esperando el fin, pero la comunidad se prepara para la permanen­cia.

La escatología está implícita en la manera de entender la existencia humana, pero se trata de ‘lo último’, de lo definitivo dentro de la marcha del mundo, no más allá de él. No tiene sentido hacer especulaciones sobre cómo será el más allá. El sentido cifrado de la vida puede revelarse mientras se camina a la par con ella, mediante una completa afirmación y aceptación de sus mágicas transformaciones e interminables cambios. Gracias a esta aceptación uno se siente invadido por un gran fascinación, pues todas las cosas se renuevan permanentemente. El comienzo del universo se produce ahora, pues todas las cosas se están creando en este momento, y el fin del universo es ahora, pues todas las cosas están muriendo en este momento. Es un conocimiento inmediato de las cosas mientras viven y mueren, que se diferencia de la simple comprensión de las ideas y sentimientos acerca de ellas, que son símbolos muertos de una realidad viva.

En muchos sentidos, es similar al arte de escuchar música; si uno se detiene a considerar sus reacciones intelectuales o emotivas ante una sinfonía que se está ejecutando, a analizar la construcción de un acorde o detenerse en una frase determinada, se pierde la melodía. Para escuchar la sinfonía completa uno debe acompasarse, dejarse llevar por el flujo de las notas y la armonía mientras se va produciendo, manteniendo la atención sujeta continuamente al mismo ritmo. Reflexionar sobre lo que ha ocurrido, pensar sobre lo que habrá de venir, o analizar el efecto que tiene sobre nosotros, equivale a interrumpir la sinfonía y dejar escapar la realidad. Toda la atención debe ser dirigida hacia la sinfonía, formando parte de ella, olvidándonos de nosotros mismos.

De esta manera, hace su aparición una confianza que permite abandonarse a la vida. Se comprueba algo asombroso: la vida real se reduce sencillamente a lo que se tiene entre manos, a lo que es. La meta final va desdibujándose poco a poco en el horizonte y va perdiendo relevancia. La vida en sí misma va adquiriendo importancia y ocupando el lugar de la meta; el camino es la verdad, y no hay otra vida que el camino mismo. En el camino, en cada aquí y ahora del camino, se dan cita la verdad y la vida.

Tanto el dolor como la felicidad, los momentos de plenitud como los de hundimiento y fracaso, contienen gérmenes de esperanza. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Hay palabras que merece la pena escuchar y guardar en el corazón. Hay palabras que penetran el alma, palabras que al ser pronunciadas crean una atmósfera serena, benévola y amistosa que aciertan a palpar la belleza del corazón acariciándolo afectuosamente. Palabras que, pase lo que pase, quedarán, siempre, grabadas a fuego en nuestro corazón, capaces de transcender y de dar sentido a cualquier acontecimiento que nos toque vivir. Todo es Gracia.

Señor Jesús, acoge con infinita comprensión y ternura nuestro miedo al futuro, a correr riesgos, nuestro temor a vivir como si fueran los últimos días de nuestra vida, nuestro pavor a amar, para que podamos disfrutar ya en esta vida del banquete de alegría, de comunión y de paz que nos tienes preparado, aquí y ahora, tú que eres -en el mismo acorde- el Camino, la Verdad y la Vida.

7 comentarios en “Mis palabras no pasarán

  1. Beatriz dijo:

    Muchas gracias!! … qué bonita es esta reflexión!
    Me viene a la memoria San Francisco de Asís , cuando escribió el Cántico de las criaturas tenía una enfermedad terrible en los ojos, es decir, no veía ninguna de ellas….
    Esa sinfonía está grabada en nuestro interior y por eso en el momento que nos salimos de ella desafinamos y buscamos de nuevo la melodía. … es algo intuitivo…

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