La fiesta de la Sagrada Familia tiene como razón el recordar cómo fue la misma y tenerla siempre presente para conformar nuestras propias familias al estilo de la de Jesús. Esta, estuvo llena de dolores y misterios y fue de muy corta duración. No viene descrita, como tal, en el Nuevo Testamento pero hay sucesos que hablan por si mismos, de los que solo voy a dar el enunciado: La Anunciación, el pobre nacimiento, la desconcertante visita de los pastores, los ángeles y los magos. La peligrosa huida a Egipto, el susto del niño perdido, la muerte temprana del padre y la terrible muerte del hijo. De María apenas se habla después. Y no se recoge en los evangelios ni una sola palabra de José.
Pero lo importante y lo que es ejemplar es la personalidad y el comportamiento de los tres personajes. Fe inquebrantable en Dios y sus planes bien extraños. Experiencia de amor fuerte en los tres, a lo largo de su vida en común. Confianza en la misericordia de Dios, y acogida plena de su plan de salvación. No hay muchos detalles, pero lo que se obtiene de las narraciones evangélicas, sobre el tema familiar de Jesús es paz, amor, armonía, y RESPETO con mayúscula. Los tres son personas profundamente religiosas y esa religiosidad es imbuida en el niño desde su nacimiento y su larga vida en el hogar familiar. 30 años, nada menos.
La religiosidad de María y José les lleva a acudir todos los años a Jerusalén para las fiestas de Pascua. Jesús empieza a frecuentar el templo y en su primer viaje proporciona un gran disgusto a sus padres. Tres días perdido. Jesús muestra un talento nada normal para un muchachito de 12 años. Pero, ¿No aprendería todo eso en su casa con sus padres? El enfado de su madre es apenas unas pocas palabras, y guarda esto en su corazón. Vuelve con ellos a casa y, palabras importantes, siguió bajo su autoridad. María vuelve a recordar las palabras del Ángel en la Anunciación y las deja en su corazón para meditarlas. Nada de violencia, de palabra fuertes ni de consecuencias. Es más, el chico vuelve a su casa obediente y el Evangelio precisa que crecía en todos los sentidos.
Vivimos tiempos difíciles para la familia que se encuentra en franca crisis. Problemas de la familia: lo más importante la soledad, que es lo que está debajo de otros aspectos como el gran número de ancianos solos, personas abandonadas por sus cónyuges, emigrantes que han dejado a los suyos atrás, personas en campos de refugiados, con penurias de hambre, enfermedad y soledad, etc. A eso habría que añadir, el aumento de los abortos, el divorcio, los suicidios de los que nadie quiere hablar, el individualismo contrario a un vida familiar en el amor y el compartir, el atractivo de las riquezas y los placeres, que alejan del centro vital familiar, la desaparición del sacramento del matrimonio por un miedo a los compromisos serios y de por vida y un ominoso silencio. Ni se habla ni se comparte.
Lo que sí parece evidente es la desaparición de lo que se llamaba la “Iglesia Familiar”. Lugar donde los padres educaban a sus hijos pequeños en la fe y no solo los padres sino demás miembros adultos en las familias grandes. Ese fue el lugar donde se educó el mismo Jesús. ¿No le hablaría María de su encuentro con el Ángel, no le revelaría su verdadera personalidad? ¿No sabíais, dice el Evangelio, que yo debía estar en la casa de mi Padre? Luego Jesús sabía que José no era su Padre y que sí lo era el mismísimo Dios. Se ve en él un sometimiento obediente al lugar donde debía estar en ese momento, incluso por encima de sus padres, como ya adulto hará sobre ello una alusión sobre el amor familiar y el amor a Dios.
La institución familiar como todas las relaciones humanas más o menos fuertes ha tenido siempre sus dificultades y problemas. Pero en su resolución, la fe ha tenido y tiene un papel decisivo.
Pagola tiene unas preguntas que nos tenemos que hacer también nosotros: «¿Qué está sucediendo en nuestros hogares? ¿Se cuida la fe, se recuerda a Jesucristo, se aprende a rezar, o sólo se transmite indiferencia, incredulidad y vacío de Dios? ¿Se educa para vivir desde una conciencia moral responsable, sana, coherente con la fe cristiana, o se favorece un estilo de vida superficial, sin metas ni ideales, sin criterios ni sentido último?»
Miremos hoy a la Familia y tratemos de imitar o pedir algo que creo es importante: El RESPETO, que no es sino un corolario de la caridad, del amor de Dios. Pero no un respeto consecuencia de una educación esmerada sino el respeto nacido de la fe y del amor, de la condición de ser todos hijos de Dios, no solo los humanos sino toda la creación. Pero también, frente a las desafecciones, son muchas las familias que celebran con alegría el recuerdo de Nazaret, reflejando, dentro de los límites de la fragilidad humana, los valores que definieron a aquélla y manteniendo vivo el deseo de imitarla. A ellas hay que agradecerles su testimonio. Otras se sienten frágiles y desanimadas ante el ambiente que nos rodea y viven con temor ante el futuro. A ellas hay que acompañarlas y estimularlas. Otras viven la tristeza de un proyecto familiar roto. Junto a ellas hay que estar desde la comprensión y la amistad.
La gran afirmación cristiana es que Dios es amor, que a la vida le da sentido el amor y que Dios nos ha pensado para nacer, crecer, vivir y morir en este nido de amor que es la familia. Agarrémonos a ello y demos gracias a Dios.
Muchas gracias por esta reflexión tan necesaria para el funcionamiento de la familia. Un abrazo.
“.. el respeto nacido de la fe y del amor, de la condición de ser todos hijos de Dios, no sólo los humanos sino toda la creación “. El Señor nos conceda esta gracia y también otra que nos es muy necesaria , que es la paciencia.
“La paciencia para hallar esa paz verdadera que sólo se halla en la Cruz y en la batalla de la vida “( SAN Rafaél Arnáiz).
Gracias