Santos Fundadores

Los santos fundadores de Cister (det.) | Icono pintado por el P. Omer de la Abadía de Scourmont

La celebración anual de la fiesta de nuestros Santos Fundadores nos refuerza en lo que podríamos llamar el ´talante comunitario´, ese modo de ser, actuar y pensar que caracteriza a este grupo concreto de hermanos reunidos por el Señor en este lugar.

En el carisma cisterciense, contemplación y comunidad, son dos polos que lejos de rechazarse se exigen mutuamente, en contra de lo que a muchos quizá espontáneamente pudiera parecer. Contemplación parece que evoca un ámbito de vida privada, dado que la soledad, el silencio y el retiro del ´mundo´ son condiciones esenciales para toda vida contemplativa. El éxito cisterciense consiste precisamente en haber sabido superar esta antítesis en un equilibrio superior que ha logrado aunar perfectamente el ideal contemplativo con el comunitario, la ascética heredada de los padres del desierto con la eclesialidad esencial de la vida cristiana. Todos estos aparentes opuestos encuentran en Císter un modo natural de conjunción.

Una pregunta que encontramos en todos los autores cistercienses es cómo poder compaginar la soledad contemplativa con la vida común, cómo poder ser un solitario (monachos) viviendo en comunidad. Una serie de textos famosos dan respuesta a esta cuestión. En ellos podemos ver cómo la soledad cisterciense sufre un desplazamiento con respecto a la soledad física del eremita: en Císter la soledad se interioriza, se convierte en una ´soledad del corazón´, es decir, se identifica con el silencio interior, que es el ámbito donde tiene lugar la experiencia contemplativa.

 Recuerda, hijo, escribe Elredo a Ivo, que tienes la costumbre de musitar en los rincones, cuando a ejemplo de la tórtola, esa ave castísima, solitaria y gemidora, te buscas escondites, te construyes a pesar de la multitud que te rodea, una cotidiana soledad.

Lo genial de los cistercienses está precisamente aquí. Ese desplazamiento de la soledad al ámbito del corazón es lo que les va a permitir enlazar la más pura espiritualidad heredada del desierto -los antiguos monjes- con el ideal cristiano irrenunciable del amor fraterno, de la iglesia, del cuerpo de Cristo, en suma, de la comunidad.

Y, ¿cómo logran esto? Afirmando que la iglesia, la comunidad, emerge precisamente del fondo mismo de esa soledad interior del corazón, es decir, del ejercicio y de la profundidad de la vida contemplativa. En efecto, la contemplación, por ser esencialmente la restauración de la caridad, crea espontáneamente una comunidad auténtica, y toda comunidad digna de ese nombre, ha de ser un poco contemplativa. De ahí que estos dos elementos: soledad y vida común, contemplación y comunidad, no sólo no se rechazan, sino que se solicitan y apoyan uno a otro y crecen conjuntamente. Existe, pues, una estrecha interacción entre estos tres elementos: contemplación, restauración del corazón y comunidad. El fruto es la unidad: consigo mismo, con Dios y con la comunidad.

Soledad, comunidad, desierto, paraíso. La vida cisterciense es todo eso. La vida común, el amor fraterno, no impiden que cada uno sea un perfecto solitario en su corazón. La soledad del alma, la vida contemplativa, a condición de que sea verdadera, permiten, por su parte, la auténtica vida de comunidad porque al abrirse en caridad, permite el desarrollo del más profundo amor fraterno, hasta el paroxismo, a veces, de la experiencia mística:

Dando vueltas antes de ayer por los claustros del monasterio y sentándome con la amadísima corona de mis hermanos, pareciéndome estar en un paraíso de delicias, me admiraba de las hojas, flores y frutos de cada uno de sus árboles. En aquella multitud no encontraba a nadie a quien yo no amara o de cuyo amor dudase; entonces me inundó un gozo superior a todas las delicias de este mundo. Sintiendo que mi espíritu se trasvasaba en todos y que el amor de todos se vertía en mí, exclamé con el profeta: ¡Ved, qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos! (Elredo de Rieval).

Unidad en la caridad: consigo mismo, con los hermanos y con Dios, reflejo de la unidad que Dios mismo es en sí. Tal es la comunidad cisterciense. Al final, todo desemboca en la unidad. Todo verdadero contemplativo, tiene la nostalgia de la unidad; experimenta la necesidad de ordenarlo todo, no tanto intelectualmente cuanto cordialmente, de reunirlo todo en la paz y la tranquilidad de un corazón que ama y de una comunidad cuyos miembros se aman mutuamente. La unidad primordial es la divina, donde toda otra unidad encuentra, no sólo su modelo, sino también su sustento. Restaurar la caridad por la unión a Dios-Amor es, pues, restaurar la comunidad. Al expandirse el amor hacia los demás el resultado es una comunidad contemplativa unida en la caridad. Contemplación y comunidad progresan juntos.

Que esta fiesta solemne alimente nuestros anhelos de buscar siempre el rostro del Señor, actualizando la gracia inicial de nuestros predecesores. Que Santa María, Reina del Císter, nos sostenga, nos anime y nos proteja.

10 comentarios en “Santos Fundadores

    • Alicia dijo:

      ¡Muchas felicidades a la Comunidad! A mí también me hace bien la unión entre Contemplación y Comunidad
      Lo agradezco y seguiré ahondando en ello.
      Muchas gracias

  1. Pedro Garciarias dijo:

    Una vez más, ¡qué buen comentario! nos regalan los monjes. Una vez visitamos un monasterio de monjas de vuestra Orden y al entrar en la tienda encontramos un libro: «el monasterio del corazón», no puedo escribir bien el nombre de la autora pero nos ha encantado y se ha convertido en una especie de guía escrita porque en casa sentimos el ideal contemplativo y el enfoque de comunidad-caridad y contemplación es lo que intentamos vivir en la comunidad familiar a pesar de las dificultades…de esa de las que nadie se libra.
    Gracias por todo y un fuerte abrazo fraterno.

  2. Beatriz dijo:

    Felicidades en éste día hermanos, a vosotros y a todos los laicos que, por la Gracia de Nuestro Señor, nos beneficiamos de la paternidad espiritual cisterciense .
    “soledad del corazón “ ¡ cuánta intensidad y vida contiene esta palabra! “ Pues la amistad da frutos en esta vida y en la futura “ San Elredo de Rieval . Pues que alegrón…… !!!!

    • Monasterio de Sobrado dijo:

      Buenas tardes, José Félix.
      La obra clásica más conocida es: Los cistercienses: Ideales y Realidad, de Louis J. Lekai (está descatalogado; puede que lo encuentres en 2ª mano o en alguna biblioteca).
      Hay otra obra más breve: Los tres fundadores de Císter, de Jean-Baptiste Van-Damme, que está en la colección «Espiritualidad monástica», publicada por el Monasterio de las Huelgas (supongo que también estará descatalogado).
      La Editorial Herder tiene publicada una novela sobre los tres fundadores de Císter: Tres monjes rebeldes, de M. Raymond.
      Espero que alguna de estas indicaciones pueda ser útil.

      • Lorena dijo:

        He visto a un monje fumando en la puerta del monasterio. Cuando ha terminado se ha acercado al muro y ha tirado la colilla, teniendo al lado mismo tres contenedores. Una falta de respeto hacia el prójimo. Y una falta de Cultura. Y una guarrada

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.