Asunción de Santa María

Asunción | Fachada de la Iglesia del Monasterio de Sobrado

En el centro de nuestro ser se haya el punto de la nada incorrupto por el pecado y las fantasías, un punto de verdad pura, un destello que pertenece eternamente a Dios. Es inaccesible para las fantasías de nuestra propia mente o las brutalidades de nuestra propia voluntad. Este pequeño punto de la nada y de absoluta pobreza son la gloria pura de Dios en nosotros. Es como un diamante puro, ardiendo bajo la luz invisible del cielo. Está en todos nosotros, y si lo pudiéramos ver seria como billones de puntos de luz concentrándose en la cara y el resplandor de un sol que haría que toda la crueldad del mundo se desvaneciera completamente. La puerta del cielo está en todas partes (Thomas Merton)

En nuestro interior habita la soledad sonora, la plenitud de la gracia, el amor gratuito e incondicional de Dios. Todos poseemos un espacio, un seno que contiene la plenitud de Dios. Es María, el tabernáculo del Espíritu. Nada puede alterar la belleza y el encanto de la música callada, del lugar del nacimiento de Jesús en nuestro corazón. Así es nuestra realidad: escondido en nuestro corazón y rodeado externamente de fragmentación, odio, agresión y oscuridad se encuentra imperturbable nuestro templo interior. Y esto no es una fantasía, es nuestra verdad. Cristo Jesús existe en nuestro tabernáculo; refulge, vibra, resplandece y le sentimos como una expansión del alma, como un espacio de anchura y plenitud. Este seno de Dios, esta región imperturbable, este buen lugar, este espacio inmaculado, este tabernáculo lleno de gracia, es hoy el motivo de nuestra veneración y celebración entusiasta.

 ¿Cómo dejar a Dios ser Dios y hacer lo que quiere en mí? Viviendo desde este buen lugar en el que todos somos buenos, en el que Dios es bueno en nosotros. Este lugar interior es nuestra identidad. Cuando nos encontramos en nuestro buen lugar, estamos bien con nosotros mismos y no necesitamos hacerlo todo bien, aceptamos ser humanos, no necesitamos compararnos ni rivalizar, ya no somos tan susceptibles. Somos compasivos y pacientes con nosotros y con los demás. No hay juicios, algo tan importante para establecer relaciones sanas. Ahí somos felices. La persona feliz es buena; transmite bondad y vida.

Cuando estamos en nuestra región imperturbable, en nuestro buen lugar, nos acompañan emociones positivas, nuestra atención no está dispersa, tampoco está perdida. Cuando estamos en ese espacio inmaculado, mantenemos el contacto con nuestros valores, tenemos lucidez para diferenciar lo que es relevante de lo que no lo es. Permanecer en el templo interior, no significa no tener asuntos que resolver, sino que nos posicionamos de tal manera que podemos abordarlos con el menor coste emocional. Desde el trono de la gracia, podemos gestionar el dolor sacrificando el sufrimiento. Podemos sentirnos sostenidos ante los vaivenes de la vida, manteniendo nuestra conexión con nuestra bondad y no con nuestra mezquindad. Y además, nuestro jardín sellado, María, cuida, con la solicitud y la ternura de una Madre, de nuestra alma pequeña, de las almas pequeñas; es consuelo y refugio de nuestra identidad dañada que necesita ser reconocida y acogida, amparada y bendecida con amor incondicional por el alma grande, para ser comprendida y nunca más demonizada ni maldecida.

Cuando te sientas destrozado, perdido, lejos de casa, cuando estar en sintonía con la vida parezca algo completamente lejano y las palabras sabias se asemejen más bien a un cuento de hadas, cuando sientas que las respuestas no llegan y que las dudas te consumen como el fuego, entonces: detente y respira. En ese espacio abierto, inmenso y acogedor, está María, la Madre.

Cuando todo ese desorden llame tu atención, cuando las dudas entonen su loca melodía, cuando las historias se dejen venir como cascadas, recuerda que esa misma nostalgia que tratas de eliminar te está realmente invitando hacia tu verdadero Hogar. Ahí está María, acogiéndote en tu casa. Y recuerda que nada está saliendo ‘mal’. Todo está en las Manos de Dios. Todo es Gracia.

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido desamparado (Bernardo de Claraval)

3 comentarios en “Asunción de Santa María

  1. Beatriz dijo:

    “En ese espacio abierto, inmenso y acogedor, está María, la Madre “ Gracias infinitas al Señor por este don lleno de dulzura que nos ha regalado.
    Muchísimas gracias !!!!

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