Dios es así: amor y perdón

Parábola del publicano y el fariseo | Estudio de Rembrandt | 1645-1655

Hoy se nos presenta una grave lección evangélica: Un hombre arrepentido es más agradable a los ojos de Dios que un orgulloso que se cree justo. Nosotros nos dirigimos a un Dios de los desesperados y hace justicia a los que se creían sin derecho alguno a ella, como los huérfanos, y las viudas, a los que escucha cuando se dirigen a Él pidiendo justicia. Esto es así incluso a nivel humano, pues el niño pequeño, enfermo o discapacitado, recibe de sus padres un amor y cuidado más estrecho. Si esto es así, ¿Cómo no será grande el cuidado de Dios para con los pobres, los pequeños y los pecadores?

Esto nos tiene que llevar a preguntarnos ¿a quién se dirige nuestro amor? ¿Quiénes son nuestros predilectos?

Esto lleva a S. Pablo a una certidumbre maravillosa: Al cabo de su carrera, considera el largo camino recorrido hacia Cristo, y tiene la certidumbre de encontrarlo al final de su vida. Él se ha sentido solo y abandonado de todos, pero Dios, en cambio, le ha llenado de fuerza para anunciar el evangelio hasta el final.

Muchos que nos quejamos de hacernos viejos, hemos de echar nuestra mirada atrás y apreciar los esfuerzos, pequeños tal vez, pero constantes y que nos han hecho permanecer fieles en nuestra fe. Una fe que por sí misma carece de cualquier comprensión al modo humano. A Dios no se le ve, no se le toca, no se le oye, no se saborea su presencia. Pero es en esa nada que la fe hace su trabajo. La fe en definitiva cumple a nivel espiritual la misma certidumbre que producen nuestros cinco sentidos para las cosas materiales.

Jesús nos ofrece hoy dentro del mismo contexto del que hablamos el maravilloso relato de los dos hombres que van a orar. El fariseo y el publicano. El primero ora de pie y el otro en un rincón Uno, el fariseo, busca el reconocimiento de sus méritos espirituales. Más que orar se contempla a sí mismo. Se encuentra lleno de méritos y se los presenta a Dios. En realidad, este hombre no necesita a Dios para nada, ni nada le pide, se basta a sí mismo y no entra siquiera en contacto con ese Dios. El otro pide el perdón de sus pecados. Los reconoce y no se excusa. Su oración es auténtica. Es un pecador, pero está ya en camino de salvación. Pues Dios solo sabe perdonar, porque es pura misericordia y ha enviado a su hijo querido, no a reconocimientos sino a perdonar los pecados y salvar a los pobres y pequeños de espíritu. El final del texto, Jesús deja todo bien claro y a la vez algo desconcertante: “Yo os digo que este recaudador bajó a su casa justificado y aquel fariseo no.”

Jesús habla así pues él no hace un proceso de una clase social contra otra. Ni toma partido de un ladrón contra el hombre honesto. Presenta dos estados de alma: el que actúa según un do ut des (doy para que me des), y el que se considera indigno de presentarse delante de Él, pecador y miserable, que no puede comprar el perdón del Señor, pero se somete humildemente al amor gratuito de Dios.

Delante de Dios estamos todos en el mismo punto: pecadores, incapaces de salvarnos solos, con nuestras fuerzas y todos tenemos la necesidad de recurrir al amor misericordioso de Dios. En definitiva:

¿Estamos contentos de nosotros mismos en lugar de estar contentos en Dios? Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una sola palabra bastará para salvarnos – recitamos a diario en la Eucaristía, al recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¿Nos creemos realmente no ser dignos de recibir a Cristo y creemos que una sola palabra de Jesús nos salva?

Cuando nos veamos juzgados por la ley, sintámonos comprendidos por Dios; cuando nos veamos rechazados por la sociedad, sepamos que Dios nos acoge; cuando nadie perdone nuestra indignidad, sintamos el perdón inagotable de Dios. No lo merecemos. No lo merece nadie. Pero Dios es así: amor y perdón. Nosotros lo podemos disfrutar y agradecer. No lo olvidemos nunca: según Jesús, sólo salió limpio y justificado del Templo aquel publicano que se golpeaba el pecho diciendo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador».

4 comentarios en “Dios es así: amor y perdón

  1. Beatriz dijo:

    Quizás el publicano ( contrario al fariseo) imploraba así porque había tenido la misma experiencia que el protagonista de “El sueño de un hombre ridículo “ de Dostoievski que , finalmente, acabó reconociendo:” he visto la verdad; no es que la haya descubierto mediante una operación de mi inteligencia, sino que la he visto, la he visto, y su imagen viva ha llenado mi alma para siempre ….”
    Gracias!

  2. Pedro Garciarias dijo:

    Sí, es verdad, recuerdo las últimas palabras del evangelio, cuando después del deslumbramiento de las apariciones, nos pone el evangelista los pies en el suelo con: ¡bienaventurados los que sin ver creyeron!, es verdad caminamos en la fe que nos alumbra los pasos, solo paso a paso y seguimos caminando por milagro y cantamos el santo, santo, santo, en silencio, vosotros lo cantáis a pleno pulmón en vuestra liturgia Pascual diaria al Cordero Resucitado como la visión del apocalipsis. ¡¡¡gloria a Dios en esta diversidad de carismas!!!

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.