Celebramos hoy con alegría y agradecimiento nuestra vocación cenobítica. Jesús nos ha convocado en torno suyo, para crear unidad y paz en medio de nuestra diversidad y singularidad. Con frecuencia, falsas expectativas, maneras erróneas de concebir la vida en común, son un serio obstáculo para poder vivir la experiencia de la comunidad como un lugar de trascendencia. Detectarlas, pueden ayudarnos a progresar en la llamada de Jesús a seguirle como monjes cenobitas:
Una falsa expectativa es creer que en la comunidad podemos encontrar la felicidad absoluta y todo tipo de gratificación. La comunidad es una realidad conflictiva. Es comunidad de Jesús no cuando carece de problemas, sino cuando los afronta con espíritu evangélico: cuando no asume actitudes fatalistas de resignación pasiva; cuando renuncia a la actitud infantil de negar la realidad; cuando rechaza el comportamiento milagrero que espera soluciones fáciles, mágicas e inmediatas.
Otro mito falso, es creer que todo debe hacerse siempre en común; hay que vivir en permanente cercanía física; hay que pensar de la misma manera y tener las mismas ideas en todos los asuntos. No podemos perder de vista que la comunidad debe favorecer el sentido de pertenencia, pero, al mismo tiempo, el de individualidad.
Espontáneamente sentimos que, si hay divergencias, eso significa que nos odiamos. Más bien es todo lo contrario. Es inevitable que haya divergencias y debates internos. Las discusiones son constructivas, con tal de que no degeneren en polémica y en lucha, sino que conduzcan a una mayor comprensión, sin necesidad de que nadie experimente una pérdida de estima.
Muchos de nosotros hemos sido educados en la mentalidad de que cuando algo no funciona, hay que buscar un culpable. Frente a las dificultades, instintivamente pensamos en términos de culpa y, en lugar de buscar soluciones, nos dedicamos a sacarnos mutuamente los colores. Muchas veces no se trata en absoluto de maldad o de culpa. Si hay dificultades, es porque todos hemos contribuido a crearlas y, por lo tanto, la solución vendrá dada por la cooperación de todos. En lugar de culpar, cada uno debería preguntarse cómo contribuir a lograr un resultado más positivo.
Muchas veces se piensa que, cuando nos queremos, no hay necesidad de explicarse: los demás deberían ‘agarrarlo al vuelo’. Pero, la verdad, es que nadie puede leer el pensamiento o el corazón del otro cuando se encuentra frente a una boca cerrada. Y también es cierto lo contrario: nadie debe cerrar la boca de otro por creer que ya ha entendido lo que ese otro quería decir. Dios no nos ha creado con antenas de radar en la cabeza, sino con una boca y unos oídos. ¡Cuántas meteduras de pata cuando utilizamos las antenas de radar!
Con frecuencia se da por descontado lo bueno que hay en la comunidad. Estamos habituados a recordar tan sólo lo que nos ha herido y humillado. No sabemos prestar atención a lo que hay de bueno en los demás, a lo bello y positivo que han sabido construir. Cuando reforzamos un comportamiento apropiado, ayudamos a que dicho comportamiento se haga más frecuente.
Creemos también que es suficiente con hacer comunidad para crecer. Pero esto es una ilusión, porque las estructuras comunitarias solo pueden ofrecer una oportunidad de interiorización, pero su eficacia depende de la responsabilidad de cada uno.
Otra manera errónea de concebir la vida en común, es creer que todos deberíamos tener el mismo modo de ver las cosas y esforzarnos por parecer lo más idénticos posible. Las diferencias, además de ser inevitables, son útiles y una riqueza porque constituyen distintos modos de concretizar los valores.
Otro mito comunitario es pensar que en cualquier divergencia hay siempre uno que tiene razón y otro que no la tiene, y vence el que obtiene una puntuación más alta. Pero en la realidad ocurre más bien lo contrario: cuando uno gana, por lo general, es la comunidad, como comunión, la que sale perdiendo. No tendríamos que perder de vista lo que dice la RB: “…y que Él nos lleve a todos juntos a la vida eterna”.
Otra falsa expectativa es la de tratar de modelar al otro a imagen y semejanza de uno mismo. Las ‘cruzadas’ de conversión conducen a eternas discusiones acerca de las cualidades personales o de la falta de cooperación, etc., al tiempo que suscitan malhumor y frustraciones sin cuento. Es verdad que el ideal comunitario exige la renovación de ciertas características. Pero el criterio del cambio ajeno no soy yo o mi estilo personal, sino los valores evangélicos. Si deseo cambiar al otro, no es para hacerlo igual a mí, sino para ayudarle a ser cada vez más imagen de la gloria del Padre. Y, además, antes de pensar en cambiar al otro, es mejor que me mire a mí mismo y que trate de ver cómo puedo ser yo más evangélico.
Otra manera errónea de concebir la vida en común, es creer que en una comunidad como es debido, las cosas no cambian. Sin embargo, allí donde hay personas, sólo se puede seguir viviendo si se acepta evolucionar. La comunidad debe vivir un equilibrio dinámico: ciertas estructuras y formas de interacción deberán permanecer constantes en el tiempo, con el fin de asegurar el sentido de continuidad y de estabilidad; pero otros estilos deben cambiar irremediablemente si queremos seguir vivos.
En este día de fiesta de la comunidad, damos gracias por los hermanos que celebran su onomástico, José Carlos y Carlos María, por todos y cada uno de los hermanos, ausentes y presentes, que son el regalo que Jesús nos ha concedido para recibir y vivir en el amor de comunión.
Felicidades para toda la comunidad!! Y felicidades a los Carlos. Un abrazo grande.
Dia feliz
Saudações em Cristo
Gracias !
¡Mi felicitación cariñosa para todos!
Muchas gracias por las publicaciónes en la web. Me acercan a la paz de ese Convento y siempre me traen novedad al corazón.
Felicidades. Abrazos a todos.
¡¡¡ FELICIDADES !!!
En unión de oraciones
Permítaseme como un humilde laico y seguidor de Uds. felicitarles por este día, y por supuesto también a todos los Carlos. Dicho esto, quiero agradecerles todas estas reflexiones que tan gentilmente publican, para mi todas son excelentes pero esta en concreto es una excelente reflexión que se puede aplicar a la amplia variedad de colectividades incluida por su puesto la de la familia en su más amplia expresión de la palabra, estoy seguro de que si nos detuviéramos un momento en nuestra apresurada y cotidiana vida en meditar esta lección de convivencia y la pusiéramos en práctica, las relaciones entre las personas darían un vuelco de 180 grados y la vida sería mucho más llevadera.
La pregunta es: en este mundo tan agitado ¿cómo damos a conocer estas reflexiones?
Muchas gracias y un cordial saludo de un Galego mais
Muy bueno y vale para todas las formas de vida en común, muchas gracias desde esta FAMILIA.
Felicidades!!!!
Magnifico !!!! Lección de vida .
Graciñas siempre.
Sencillo expuesto y tan real…Gracias
Felicidades a la comunidad es importante que estéis ahi la dando testimonio. Gracias!!!