Cuando Dios creó al hombre, no escogió el oro, la plata, el hierro o el bronce, ni las piedras preciosas; escogió el barro. Y sus manos como alas de paloma doradas fueron dando forma a la humildad de la arcilla. Le hablaba como todos los artistas hablan con su obra cuando la van creando. Pero, lo más bonito, era que Dios se iba reconociendo a sí mismo en aquel que surgía del juego de sus dedos con la arcilla. Y Dios amó tanto a su obra que la acarició con un beso y le dio su aliento y su saliva para que la sangre corriese por las venas y el hombre tuviese capacidad para conocer y amar. Todo noble y sencillo. Así son los gestos del amor.
La historia que viene después ya la conocemos. El hombre corrompió el amor y la vida quedo vacía de contenido y Dios se convirtió en un objeto en las manos del hombre; manos torpes, manos pesadas, manos opresoras que construyeron imperios, dinastías, religiones y templos en los que Dios nunca quiso permanecer. Él siempre echó de menos la hora de la brisa cuando se sentaba con el hombre en la hierba fresca del jardín.
Pero en esta historia de gracia y de pecado siempre existieron los humildes y abatidos que se estremecen ante la palabra de Dios. Y, Dios a través de ellos fue preparando la historia, hombres y mujeres que abrían su corazón a su Palabra e iban fecundando la promesa irrevocable de que Dios volvería a la hora de la brisa a desposarse con amor eterno en las entrañas de la humanidad.
Era una mujer desconocida, humilde como una violeta. Era como la Hija de Sión, pobre y sencilla, pero que enamoraba a Dios. La verdadera «humilde y abatida que se estremece ante su Palabra». Solo sabía una cosa: amar y servir, aguardando en silencio la salvación de Dios con los pobres de Israel. Ella era la casa silenciosa. La casa, y qué casa…
Israel se afanó en la construcción del primer templo para que fuese la casa de Dios. Piedras de sillares, maderas de cedro, oro, plata, y el bronce y el hierro era tanto que no se podía calcular el peso. Cuánta pesadez y frialdad. Y esa grasa de carneros y machos cabríos… Eses ríos de sangre… El templo de Herodes fue todavía más grande y fastuoso que el de Salomón, insoportable para la humildad de Dios. No, tú buscabas otra casa, buscabas un espacio íntimo, cálido, palpitante, un lugar secreto en el corazón. Esa casa y ese templo era María, casa y templo que iba a tener una doble función: Acoger a Dios en la vida y acoger al Hijo de Dios en su vientre.
Shalon, María.
Sahlon, peregrino. ¿Vas a Jerusalén?
No, no voy a Jerusalén.
¿Puedes darme un poco de agua, por favor?
No, de esa no.
¿No?
No. Dame la de la fuente sellada, la que está en tu jardín cerrado. Allí celebraremos nuestro amor y crecerá la vida dentro de ti. Como el Espíritu al principio aleteaba sobre las aguas, ahora viene sobre ti para que se hagan realidad la esperanza de los Patriarcas y de los Profetas y para que Israel pueda contemplar la salvación de Dios.
¿Quién eres tú peregrino?
Yo soy un pobre que te ama y que pide tu permiso para tener tu amor y que en tu tierra germine la salvación de Dios.
¿Así de sencillo?
Así de sencillo.
Gracias. Y que se haga en mí según tu palabra.
A partir de aquel instante, el silencio de María se hace aceptación, obediencia y fe. Permitirá que el fruto de Dios crezca dentro de sí aportando la única participación que Dios puede bendecir: una fe total, humilde, bañada de alegría y de agradecimiento.
Fe total y humilde. Que este sea nuestra actitud para que se haga en nosotros la encarnación del Verbo. Encarnación individual y encarnación comunitaria. Casa y templo que somos nosotros, a donde Dios venga a beber su agua a la hora de la brisa y se sienta a gusto. No quiere más. Ni ofrendas, ni sacrificios, ni incienso, ni largas y pesadas oraciones. Solo fe total y humilde bañada de alegría y agradecimiento y que se estremece al escuchar su Palabra.
¿Así de sencillo?
Así de sencillo.
Yo soy un pobre que te ama y que pide tu permiso para tener tu amor y que en tu tierra germine la salvación de Dios.
¿Así de sencillo?
Así de sencillo.
«Asencilla» nuestro corazón…
Maravilla de maravillas,me ha encantado, muchas gracias y ha sido como una respuesta a mi pequeña oración a la Madre María porque tenía una prueba más que pesada y pedía su ayuda. Gracias otra vez, es la Virgen de la Esperanza hoy, ¿comienzan las hermosas antífonas O?
Gracias
Amén……..gracias
Hay palabras que “ponen al descubierto las intenciones de muchos corazones”.
Hay palabras que suben y suben como la espuma y como la espuma se desvanecen.
Hay palabras que se clavan como dardos de fuego “hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas y disciernen sentimientos y pensamientos del corazón “.
Gracias por estas palabras que nos alientan a continuar en comunión por el Camino de la oración y del servicio.
Solo buscabas un espacio palpitante en el corazón. Un lugar donde descansar juntos a la hora de la brisa. Un rincón tan sencillo y humilde como la violeta.
Muchas gracias. Mis mejores deseos y abrazos, para cada monje y cada hermano de la Fraternidad de Laicos.
Ojalá mi corazón sea el lugar palpitante donde podáis habitar. Feliz Navidad a toda la comunidad y fraternos.
No se puede transmitir mejor.Que fácil nos
hacéis ver .Magnífico texto. Gracias.
Está cerca…cada vez más cerca… El SÍ ha sido dado. Es la promesa de un Dios que desde el barro ama al hombre… Sus caídas por falta de fidelidad a ese Dios Amor no impiden que Él jamás abandone a su criatura. “ Barro que conoce y ama “…” pecado y gracia “…. Todo importa y nada es imposible para el Señor que no ceja en comunicarse con las personas, con su Palabra…con SU PROMESA de ETERNIDAD. De siempre sabía de María…la de limpio corazón…la que sabe guardar silencio tras lo anunciado. Y es que es ejemplo para todos. Su humildad es más que evidente. El servir está en su mente, en su corazón…en su cuerpo. Siempre acogiendo en su Ser. Muchas veces nos perdemos en banalidades, con problemas sin mucha importancia…Otras veces los conflictos son más serios. Aún así, en ambos extremos, acudamos a María, con su humildad, sabiendo que Ella nos escucha. Que Ella sabe exponernos ante el Señor. Sabe que la Esperanza es una cuestión posible. Es todo realizable con sencillez. Todo es solucionadle. Aunque, a veces, no se vea de inmediato. Jesús es acogido, por el Espíritu, en el Ser de María y Ella no olvida alabar a Dios. A nosotros nos resta no olvidarnos de esto …y, con coherencia, disponernos a acoger con todo nuestro cariño y en nuestros corazones a Jesús.