Navidad

Fotografía de Senjuti Kundu | Unsplash

Cuando nos damos cuenta de que todo es un milagro, podemos vivir desde la gratitud y nos liberamos de la exigencia, de la nuestra y de la de los demás. La vida se convierte entonces en un regalo, es Navidad (Pedro Brañas)

Dios se ha hecho niño, y un niño no amenaza a nadie. Es sólo vida, inocencia y ternura. Más que ayudar a otros, necesita ser acogido y cuidado. De un Dios así, no tenemos nada que temer, al contario, nos conmueve de confianza.

Casi todo el mundo se siente reanimado ante la presencia de un bebé. Incluso la persona más hosca se enternece con la risita de un niño. La ingenuidad es parte del encanto y de la atracción de un bebé; es la entraña de su inocencia. Los niños, por naturaleza, piensan que el mundo es amistoso. Para ellos todo es posible. Son espontáneos y están llenos de expectación hacia la vida. Todo es interesante y emocionante. La chispa natural de la que goza el niño, le empuja a experimentar, saber, explorar, observar y tocar. Su curiosidad le conduce al descubrimiento de sus manos, su nariz, sus labios, sus genitales, sus dedos.

Ante un bebé, se nos brinda la ocasión de que se revele la excelencia del ser humano a través del cuidado y el afecto -palabras de gratitud, caricias, miradas, un adiós, un reencuentro, un gracias, un perdón, un te quiero- esos instantes que quedan grabados para siempre en la memoria del corazón gracias a la luz de la ternura.

Cuando nos aproximamos al Niño Dios, caducan todos los conceptos que de la Divinidad tenemos almacenados en la bodega de nuestra mente, para encontrarnos cara a cara con un Dios cercano y a la vez desconocido, infinitamente sencillo e infinitamente complejo.

En todas las mitologías del mundo, la creación se repite eterna y cíclicamente. De forma periódica el mundo vuelve al caos. Las montañas se desmoronan, las llanuras son arrasadas por lluvias torrenciales, la tierra tiembla, los muertos retornan. Estos eventos son la apocalíptica prefiguración de la nueva edad de oro. Todo debe ser reducido a cenizas antes que pueda empezar una nueva generación.

En muchos mitos, un nuevo árbol brota de las ruinas caóticas. La copa del árbol llega al cielo. Entonces un niño milagroso aparece y sube por el tronco del árbol. La llegada de este niño milagroso, de este puer aeternus, marca el comienzo de la edad de oro. En algunas leyendas el niño altera la estructura del cosmos. En otros mitos, el niño es portador de la integridad que caracteriza la edad de oro.

Con la llegada del niño eterno, todos los opuestos se reconcilian. Los viejos se vuelven jóvenes, los enfermos sanan, la remolacha y las patatas crecen en los árboles, los cocos y las castañas brotan de la tierra. Hay abundancia de alimento y mercancías, nadie tiene que trabajar ni pagar impuestos.

En todos estos mitos el niño es el símbolo de la integridad. El niño presagia la creación y la regeneración, la síntesis de los elementos conscientes e inconscientes, es el símbolo unificador que enlaza los opuestos, un mediador, un portador de bienestar, el que acarrea la unidad, el que trae la paz.

Esta magia del niño, nos transporta al mundo de la Gracia y la Verdad. Para representarlo, podríamos apropiarnos de un párrafo inolvidable de El arco y la lira, de Octavio Paz, donde describe el viento de la revelación artística: A veces sin causa aparente –o como decimos en español, porque sí– vemos de verdad el mundo que nos rodea. Y esa visión es a su modo, una especie de teofanía o aparición, pues el mundo se revela a nosotros en sus pliegues y abismos como Krishna delante de Arjuna. Todos los días atravesamos la misma calle o el mismo jardín; todas las tardes nuestros ojos chocan en el mismo muro anaranjado, hecho de ladrillos y del tiempo urbano. De repente, un día cualquiera, la calle da al otro mundo, el jardín acaba de nacer, el muro fatigado se cubre de signos. Nunca los habíamos visto y ahora estamos espantados porque están así: tantos y abrumadoramente reales. Su propia realidad compacta, nos hace dudar: así son las cosas ¿o son de otro modo? No, eso que estamos viendo por primera vez, ya lo habíamos visto antes. En algún lugar, en el cual nunca estuvimos, ya estaban el muro, la calle, el jardín. Y la sorpresa sigue a la nostalgia. Parece que nos acordamos y queremos volver para allá, para ese lugar donde las cosas son siempre así, bañadas por una luz antiquísima y al mismo tiempo acaba de nacer. Nosotros también somos de allá. Un soplo nos golpea la frente. Estamos encantados, suspendidos en medio de la tarde inmóvil. Adivinamos que somos de otro mundo.

Divino Infante: ¡Encanta nuevamente nuestro mundo, nuestro corazón desencantado! ¡FELIZ NAVIDAD!

8 comentarios en “Navidad

  1. mari dijo:

    Así es la magia, la Vida, el Amor… sin un por qué… que nos asombra y nos deja sin palabras…

    Feliz Navidad querida Comunidad, gracias por tantooooo!!

  2. Mane dijo:

    En este pesebre comienza Dios su andadura entre los hombres. No lo encontraremos entre los poderosos sino en los débiles. No está entre los grandes sino en el pobre y pequeño: Vayamos a Belén, volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha ENCARNADO.
    QUERIDA COMUNIDAD. FELIZ NAVIDAD.!!UN ABRAZO GRANDE.

  3. Beatriz dijo:

    Ha sido Jesús el que ha venido a nosotros sin ningún esfuerzo de nuestra parte por eso con ternura infinita y Fe sencilla le decimos “te queremos Jesús.”
    Que El crezca y yo disminuya ( Juan 3,30). A ver si el año que viene le decimos como a los niños que ha “ dado un buen estirón “.
    Feliz Natividad del Señor!!!
    Gracias!🙏🏽

  4. Francisco dijo:

    Vayamos al pesebre, donde Él reina desde la humildad y el Amor total. Así también reinará desde la Cruz. Como cada dia nos alimentará en la Eucaristía, hasta que vuelva. Es nuestra esperanza. Feliz y gozosaNavidad!!

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