La fiesta del Bautismo del Señor cierra el ciclo de la gran manifestación, de la presentación de Jesús, de su revelación al mundo. La Visitación, el Nacimiento, la adoración de los pastores y los magos después, son pasos de esa gran Cristofanía, que no es sino la última y gran manifestación de Dios Padre al mundo, hecha en este caso de modo visible por sí mismo en el Hijo hecho carne.
Todas esas etapas son impresionantes, pero ninguna tan sorprendente como esta última: El Hijo de Dios aparece como el Siervo Doliente de Isaías, pobre y oculto entre los hombres pecadores, que acuden a la misericordia de Dios para que sus pecados sean perdonados por el bautismo de Juan.
El Bautismo de Jesús supone el inicio de su Misión, pero no pronuncia una sola palabra. Eso sí, se revela su divinidad junto con el Padre y el Espíritu Santo. Se abren los cielos y se oye la voz del Padre que le llama y le dice “Este es mi hijo amado, mi predilecto”.
El Bautismo del Hijo bienamado del Padre, nos invita a reaprender el nombre que llevamos en el corazón de Dios: Hemos sido pensados cada uno de nosotros, en el eterno de Dios, para quien no existe tiempo. Dios nos conoce desde la eternidad, como desde la eternidad engendra continuamente a su hijo bienquerido. Después como a su Hijo nos da una vida humana a través de nuestros padres humanos. Todo esto es posible, pues desde el principio del mundo sabemos que fuimos creados a su imagen y semejanza. Al igual que su Hijo Jesús y en Él, somos llamados a proclamar su amor en medio de los hombres. Como imagen y semejanza suya, somos espíritus que han adquirido un cuerpo como Jesús y además como Él hemos de llevar a cabo una misión de amor y misericordia en medio de los hombres.
Estamos pues como Jesús, hoy, invitados a reconocernos Hijos Bienamados y a llenarnos del gozo del Espíritu al recordar el nombre que Dios nos ha dado y que algún día conoceremos en verdad.
Así mismo tenemos que ser conscientes de ser pecadores entre los pecadores y, llenos de humildad y mansedumbre, presentarnos ante el Padre Misericordioso, para escuchar sus palabras: “Tu eres mi Hijo Amado, mi predilecto”. Tú, ciego y cautivo de tus miserias y pecados, cojo, sordo, enfermo crónico, pecador, soberbio, tú que habitas en el silencio del olvido de los demás, en la mazmorra de ti mismo sin esperanza: Tú eres mi hijo amado mi predilecto. Jesús en nombre de todos arrastra toda la miseria, esas miserias, hasta el infierno y surge con fuerza liberado hasta la gloria del cielo dejando nuestra cautividad cautiva. Dejándonos para siempre hijos amados de Dios.
En el Bautismo de Jesús lo de menos fue el agua que recibió -aunque no la necesitaba pues era el sin pecado-, y lo importante fue el reconocimiento que tuvo por parte de su Padre: como Hijo Bienamado, el Predilecto.
Esto cambia profundamente su corazón, y reafirma esa misión que del Padre recibe; mejor dicho, reafirma la intuición que llevaba en lo profundo de su ser de anunciar en medio de los hombres el mensaje de salvación: Perdón, reconciliación, misericordia y amor para todo ser viviente.
Hermanos, si os sentís cautivos del pecado, abatidos, cansados de vivir, impotentes ante una sociedad que nos engulle, llenos de negatividades, críticas, violencia, sabed que el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús derramado en nuestros corazones, puede comunicarnos nueva vitalidad al revelarnos nuestra identidad profunda, lo que realmente somos muy por encima de nuestras miserias y las del mundo. Dios no se reserva una pequeña elite de fervientes seguidores. La buena nueva puede llegar a las masas, pues Dios no pone trabas al mensaje de paz y libertad que anuncia por medio de su Hijo. Jesús es Señor de todos y no cierra su mensaje en las fronteras del pueblo judío.
¿Cómo, pues, ha de ser la vida de un cristiano, hombre pecador pero redimido por Cristo que se reconoce Hijo de Dios y hermano de los hombres?
*Saber vivir entre los hombres como testigos del Dios vivo.
*Presentar con fidelidad el amor de Dios a quienes nos rodean.
*Actuar con mesura de modo que no apaguemos el pábilo vacilante ni quebremos la caña cascada.
*Dejándonos enseñar por las pruebas y fracasos sin desmayar y desesperar de la misión.
Y os hago unas preguntas importantes que os invito a repensar:
¿En qué se puede reconocer a un hombre hoy, que está abierto a Dios? ¿Cómo manifestamos cada uno de nosotros nuestro amor por Dios y nuestro amor por los demás? ¿Nos reconocemos pecadores salvados por Jesús y convertidos en hijos bienamados del Padre? ¿Es así como vemos a nuestros hermanos “pecadores”? ¿Y cómo los tratamos?
Hago siempre preguntas que podéis y debéis contestar, como yo mismo hago, pues la palabra de Dios es una interpelación directa a nuestro modo de vivir y de relacionarnos con Él y con nuestros hermanos.
Celebramos la Navidad día a día siempre que dejamos «nacer» a Dios en nuestra vida y «bautizamos» nuestro vivir diario con el Espíritu que animó a Jesús.
Ese Espíritu que nos lleva a hacer el bien por doquier. Olvidando nuestras pequeñeces, nuestros miedos y nuestros egoísmos, en el plano más profundo de nosotros mismos, al que no queremos, no podemos o no nos dejan llegar, el cielo ha estado siempre rasgado, la paloma creadora siempre ha estado aleteando y en lo profundo de nuestro corazón siempre ha habido una voz que nos recordaba que éramos los hijos amados de Dios. Vivamos nuestra fe con gozo y amor.
Muchas gracias por vuestras alentadoras palabras. El mensaje cristiano es verdaderamente el tesoro escondido por el cual vale la pena dejar todo lo demás y vivir plenamente dedicado al servicio del Evangelio; personalmente como seglar enamorado del mensaje cristiano muchas veces me propongo hacer más cosas por amar y ayudar a los demás al ejemplo de Jesús de Nazareth pero en mi poquedad y desanimos no alcanzo a lograr todo lo que me propongo y por ello me siento frustrado en mi vida de servicio al prójimo. Gracias nuevamente por levantanos el ánimo a tantos que queremos, al estilo de Jesús, pasar por el mundo haciendo el bien, esparciendo el buen olor a Cristo por donde vamos.
Gracias
Gracias por este razonamiento sanador.
No tenemos nada que no hayamos recibido. La experiencia de esta verdad aligera el corazón y descarga el pensamiento.
“ Y no desesperar nunca de la misericordia de Dios “
RB 4.74 .
Gracias
A veces nos pasa como a Juan cuando se acerca Jesús, el sin pecado, a bautizarse como uno de tantos. No tengamos miedo. El Espíritu actúa como quiere.
Que agradecidos tenemos que ser por nuestro bautismo, por el que hemos entrado en la Vida eterna, en el gozo de la filiación divina.
Feliz semana querida Comunidad y amigos.
¡Cuánto bien me ha hecho el comentario!, gracias desde el corazón. Cuándo lo vean oportuno agradecería un comentario sobre las tentaciones en un cristiano, ya sé que como dijo Pablo repitiendo las palabras del Maestro: te basta Mi Gracia, pero cuando el enemigo no solo abofetea sino que golpea y pone palos en las ruedas, uno se siente muy cansado, uf,y no quiero ser quejica pero necesito la palabra que anima, la vuestra, si puede ser. Por eso me gustan las biografías de los santos tentados porque animan.