Partiendo de su inspiración y aprovechando el rico patrimonio que nos han legado, nuestros Padres nos invitan hoy a aportar novedad. Se sienten llamados a ser ‘pobres con Cristo pobre’, para que en su vida aparezca lo esencial, lo auténtico, lo verdadero. Descubren en su propia vida que Dios es Amor, y que su presencia impregna de amor todas las cosas, como en una nueva creación, donde la naturaleza, la vida y el mundo de los hombres y de las mujeres, todo está empapado de ese Amor que es hermosura y bondad infinitas. Para ellos, la presencia de Jesús, del Hijo de Dios, encarnado entre ellos, resuena como un zumbido y una propuesta humanizadora que quiere tocar las carnes de cada uno de los monjes, de cada ser humano, hombre y mujer, para sanarnos, para encendernos, para poner en nuestros ojos un destello de luz y de ternura que nos convoque al gozo de ser humanos.
Mirando el mundo tal y como está, vemos que necesita una revolución ecológica, política, social y económica, pero fundamentalmente necesita una revolución del cuidado, del afecto y la ternura. Amamos poco y mal. Nuestro cuerpo, nuestra psicología y nuestro corazón ya no resisten más odio, desesperanza y egoísmo. Estamos hechos para el amor y no podemos con más desconfianza, más miedo y más indiferencia.
Somos seres limitados. Vivimos en un cuerpo con necesidades concretas que van cambiando a lo largo de la vida. No podemos vivir ignorando la realidad de nuestra fragilidad y finitud. No podemos dar la espalda a nuestra necesidad de los demás, porque no podemos vivir sin amor ni reconocimiento. Nos necesitamos los unos a los otros para sentir el calor de la estima y la amistad, para consolarnos de nuestra vulnerabilidad, para acompañarnos en nuestra soledad esencial. Nos necesitamos para sentirnos vivos, nos necesitamos para estar vivos.
Pero no hay afecto sin el otro a quien amar. El cuidado se expresa con palabras, gestos, actitudes y hechos. El afecto nos atrapa desde la cabeza hasta el corazón pasando por los sentidos. No hay riqueza que compre el afecto o que destierre el odio, ni hay dinero que construya la esperanza y la confianza. Es tarea de cada uno de nosotros en la desnudez de nuestra humanidad y es tarea de toda la comunidad humana, confiando en que, en el corazón de cada hombre y cada mujer, Dios ha sembrado ya la simiente del Amor.
Como monjes, que avanzamos progresivamente en el conocimiento del Amor de Dios ante el dolor de nuestra pobreza radical, nos convertimos en hombres llenos de compunción, en ‘llorones’ ante la Bondad de Dios. No nos buscamos a nosotros, buscamos el rostro de Cristo. No nos servimos a nosotros, servimos a los pobres. No nos dolemos de nosotros mismos, nos dolemos de los sufrimientos de la humanidad porque hemos aprendido a beber en la fuente de la Bondad de Dios. Y así vamos llenando de sentido lo que somos y queremos.
La vida, para que lo sea de verdad, necesita centinelas de la Belleza de Dios, poetas y soñadores, que no renuncien a ser juglares entusiastas que canten en las plazas, desde el corazón, la Misericordia de Dios que no tiene límites. La casa común necesita afecto y ternura, hospitalidad, necesita cuidados urgentes y esto se tiene que traducir en una nueva manera de vivir, consumir y pensar el mundo y las relaciones, y también en nuevas formas de participación social y acción política.
Tenemos que redescubrir la dimensión profética de los pequeños gestos cotidianos para mostrar que otras maneras de vivir son posibles. Así se va creando una cultura compartida de respeto a todo lo que nos rodea. Nos tenemos que dar cuenta de que nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza no es diferente de nuestra manera de relacionarnos entre nosotros. Las relaciones humanas interpersonales, las relaciones de género, las relaciones entre las culturas, los pueblos, los Estados, pueden ser de dominio, de explotación, de falta de escucha… o al contrario.
En un mundo hostil a la vida y a la humanidad, que nos endurece el corazón y nos desintegra, deseamos ser hospitalarios y mirar el mundo y a las personas con las lentes del afecto y la ternura, por pura Gracia de Dios.
Hermoso texto. Más… Las personas que podemos llegar a sentir y vivir así no tenemos el poder de cambiar el signo de los tiempos. Otros envilece la condición humana. Transitamos a la postre, en un mundo frío, gris, pleno de ceniza. En todo caso, gracias por la reflexión
Gracias
¡qué hermosa foto!, gracias, el texto es una maravilla, los santos fundadores son vuestras raíces, y qué bien dibuja el sol las sombra de estos árboles,eso es arte…
Gracias
Hermosa foto y magnífico texto.
Gracias
¡¡ Felicidades para toda la Orden Cisterciense !!
Ha sido un hermoso día de los Santos fundadores …
Abrazos para todo/as . Gracias.
Un texto importante para un día importante. La revolución del Amor. En nuestro corazón está la gran bomba, casi sin ensayar. Necesita de cada uno, de muchos como átomos, para ser temible como la muerte, fuerte como el Cielo.