Subir al Monte de la Transfiguración

Cuaresma II | Enrique Mirones | 2017

A medida que avanza la Cuaresma, permanezcamos atentos a la llamada: Dejar todo como Abraham y los Apóstoles, despojarse de las cosas superfluas para descubrir el verdadero rostro de Cristo.

La aventura de fe de Abraham brotó en una bendición para todas las familias de la tierra. La llamada de Dios le lleva a romper sus relaciones familiares, su cultura, su territorio, su religión, para partir a la aventura confiando solo en el Señor. Esto hoy día resulta, en general, impensable, aunque se cumple en varios ámbitos todavía, siempre por motivos religiosos: Personas consagradas, monjes, o por otro lado: inmigrantes buscando una vida mejor o simplemente refugiados que huyen de la pobreza o el terror.

¡Qué responsabilidad tan grande tenemos los que por gracia de Dios intentamos soledades, abandonos de comodidad, relaciones familiares! O, simplemente sin llegar a esos extremos, otras personas que llevan una vida sencilla, preocupados por los demás, conscientes de su obligación de ser espejos de misericordia, de perdón, de comunión con lo débil, que viven su fe de una manera viva y activa y participativa, que se arriesgan a dejar algo para vivir su fe y la llamada de Jesús.

Esta disposición de ánimo por vivir una vida más entregada, no se trata de una idea o aventura espiritual sino de una respuesta a la llamada del Señor. No decisión personal ni, mucho menos, pequeñito chantaje a Dios para que nos colme de paz y de seguridad. Es él Te doy para que Tu hagas. Seguir a Cristo incluye el tomar parte de su sufrimiento, de su preocupación, de su obediencia a Dios Padre y, desde luego, llevar el género de vida entregado en cuerpo y alma al servicio del Reino.

El proyecto de Dios y la colaboración de su gracia para transformar el mundo son más eficaces que nuestros propios planes e ideas personales, siempre materiales… ¿Qué tiene que ver todo esto con el Evangelio de Mateo que hemos escuchado? Mucho, pues nos da una pincelada importante para conocer y comprender a aquel que nos dicta nuestra conducta, a aquel que es nuestro ejemplo y, más aún, a quien da la vida por cada uno de nosotros, para perdonar nuestro pecado y llevarnos al Cielo de donde salimos.

La transfiguración es radicalmente opuesta a las tentaciones, que leíamos el del domingo pasado: Estado de abatimiento y lucha, luz y esplendor, hoy. Estamos, siguiendo la vida judía, en el día sexto de la Fiesta de los Tabernáculos, gran manifestación popular donde la espera del Mesías llegaba a su culmen. Se construían con ese motivo tiendas alrededor del templo, donde la multitud se alojaba para llegar a ver a dicho Mesías. Esa fue la reacción de los apóstoles: Construir también tres tiendas en lo alto de la montaña para alojar a Jesús con los dos profetas Elías y Moisés. Se trataba pues del cumplimiento de la promesa de ver llegar al Mesías en su gloria, enviado por Dios y reconocido como tal, como Hijo querido a quien había que escuchar. Pero antes el Mesías tenía que sufrir y ser llevado a la muerte. Solo entonces por su resurrección de entre los muertos, aparecería con toda su potencia, su amor salvador.

Aprender a gozar de estar con Jesús en una oración silenciosa, puede ser una ocasión magnifica para madurar nuestra fe y nuestra entrega al bien de los demás. Estar dispuestos incluso a ser arrancados de nuestra meditación o nuestra ansiada soledad con él, para servir a los hermanos: bajar al mercado.

A este respecto el Evangelio de hoy, nos tiene que llevar a examinar nuestras conciencias atenazadas a veces por el miedo o por crisis de otro tipo. Necesitamos encontrar paz, luz y vida. Huir de nosotros mismos nunca es la solución, tampoco postergar respuestas. Cierto que hay personas que pueden solucionar nuestros problemas, pero nunca nadie como Jesús, que conoce nuestro corazón mucho mejor que nosotros mismos. Sabemos además que Jesús no solo nos conoce sino que nos acepta como somos y es en esa aceptación como nosotros podemos empezar a ver la luz sin sentir miedo o angustia. Hay una palabra que sobresale en el Evangelio de hoy y es fuente de luz: Este es mi Hijo amado: Escuchadle.

Estamos invitados hoy, siguiendo el Evangelio, a subir al Monte de la Transfiguración, al monte donde nos encontraremos con ese Jesús glorioso que nos está anunciando nuestra propia gloria, y que se revela así mismo como palabra que ha de ser escuchada. Y esto ya desde el Antiguo Testamento, donde la Oración principal empezaba diciendo “Escucha Israel” etc. Y allí reposar con Él en oración profunda. pero también hemos de descender por orden de Jesús, a esa vida diaria nuestra de compromiso, vida de trabajo, vida de encuentro nuevo con las personas que nos rodean. Y esas dos tareas, en el monte y el mercado son esos puntos donde nuestra cuaresma ha de reposar.

Que el Señor nos ayude y nos de fuerzas para preparar seriamente nuestro encuentro con el Resucitado. Termino con la oración colecta que, a lo mejor, ha pasado desapercibida:” Oh Dios, que nos has mandado escuchar a tu Hijo Amado, alimenta nuestro espíritu con tu Palabra, para que, con mirada limpia, contemplemos gozosos la Gloria de tu rostro”.

7 comentarios en “Subir al Monte de la Transfiguración

  1. Pedro Garciarias dijo:

    Me ha gustado mucho y como siempre ocurre en vuestros textos: del monte al mercado…pues sí, es el trayecto diario y con frecuencia el ESPÍRITU nos recuerda: dejar a Dios por Dios , cerramos la puerta del cuarto donde oramos y nos vamos dichosos a cuidar al hermano que es Dios en persona o volver con la cesta de la compra, Dios está ahí. Creo que era sta.Teresa de Avila que escribía algo así:»entre pucheros anda el Señor». Mil gracias por tantos comentarios inspirados y gran abrazo fraterno…desde el mercado, todo llega a Sobrado.

  2. Molo dijo:

    En toda transfiguración la pregunta del millón sea…Jesús murió para vivir o mejor vivió para morir con su «Consumatum est»?

  3. Beatriz dijo:

    Todo en el mismo instante.. , esa es la transfiguración.
    En el mismo instante vamos muriendo y naciendo en Cristo en una vida nueva, No hay separación.
    En el mismo instante nos vamos transfigurando en Cristo y así hasta el final de nuestro paso por este mundo.
    Es tan sencillo que parece irrisorio e ilógico.
    Gracias .

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.