Arrodillado amorosamente

Cuaresma V | Enrique Mirones | 2017

Un poeta alemán, Friedrich Hölderlin dijo que el ser humano habita poéticamente la tierra. Y, un pensador francés, Edgar Morin, lo completó: el ser humano habita también prosaicamente la tierra. La poesía tiene que ver con la creación que hace que la persona se sienta tomada por una fuerza mayor que le trae conexiones inusitadas, iluminaciones nuevas, rumbos nuevos. Bajo la fuerza de la creación la persona canta, sale de la rutina y asume caminos diferentes. Pero, también habitamos la tierra prosaicamente. La prosa recoge la cotidianidad y el día a día gris, hecho de tensiones familiares y sociales, como los horarios y los deberes profesionales, con discretas alegrías y tristezas disimuladas. Nada más suave que el sereno transcurrir de los horarios y de los quehaceres domésticos y profesionales. Nos da la sensación de una navegación tranquila por el mar de la vida. Poesía y prosa conviven y se alternan de tiempo en tiempo, ambas se complementan y ambas están amenazadas de banalización.

El Misterio envuelve y transciende lo poético y lo prosaico de la vida. Decía Einstein que el hombre que no tiene los ojos abiertos al Misterio pasará por la vida sin ver nunca nada. Desde el Misterio, podemos vivir con levedad lo prosaico y con entusiasmo lo poético. Dondequiera que dirijamos la mirada, hacia lo grande y hacia lo pequeño, hacia fuera y hacia dentro, hacia lo alto y hacia lo bajo, hacia todos los lados, encontramos el Misterio. Misterio no es lo desconocido; es lo conocido que nos fascina y nos atrae para conocerlo más y más, y, al mismo tiempo, nos causa extrañeza y reverencia. Porque siempre está ahí, se ofrece permanentemente a nuestro conocimiento y al intentar conocerlo, percibimos que nuestra sed y hambre de conocerlo nunca se sacia. Pero, en el mismo momento en que lo captamos, se nos escapa en dirección a lo desconocido. Lo perseguimos sin cesar y aún así sigue siendo Misterio en todo conocimiento, creándonos una atracción invencible y una reverencia irresistible.

El Misterio es Misterio para nosotros, porque nunca acabamos de aprehenderlo ni por la razón ni por la inteligencia. Cada encuentro deja una ausencia que lleva a otro encuentro. Cada conocimiento abre otra ventana a un nuevo conocimiento. El Misterio de Dios no es el límite del conocimiento sino lo ilimitado del conocimiento. Es el amor que no conoce reposo.  El Misterio no cabe en ningún esquema ni es aprisionado en ninguna doctrina. Está siempre por conocer. Es una Presencia ausente. Y también una Ausencia presente. Se manifiesta en nuestra absoluta insatisfacción que incansablemente y en vano busca satisfacción. En este transitar entre Presencia y Ausencia se realiza el ser humano, trágico y feliz, entero pero inacabado.

El Misterio cuanto más conocido más aparece como desconocido, invitando a más conocimiento y a mayor amor. Delante del Misterio se ahogan las palabras, desfallecen las imágenes y mueren las referencias. Lo que nos cabe es el silencio, la reverencia, la adoración y la contemplación. Éstas son las actitudes adecuadas al Misterio. Es simplemente el Misterio que liga y religa todo, cada persona y el universo entero. El Misterio nos penetra y estamos sumergidos en Él.

En la Cuaresma se nos invita a vivir arrodillados ante el Misterio, ante el Padre, a quien contemplamos en Jesús, en el relato de su vida, en su cuerpo y en sus gestos, en su palabra y su silencio, en su historia, en la prosa y la poética de su humanidad. A veces nos gustaría que la vida fuese más uniforme, más lineal; que no se diera en ella el contratiempo o la herida; que no hubiera sufrido tal estremecimiento; que no incluyera tal contraste; que no nos expusiera a tal turbulencia o a tal tentación. Pero en nosotros coexiste el conflicto, y no podemos pretender cambiar lo que no podemos cambiar, sino en comprender que también eso es un don que estamos llamados a acoger. La humanidad que nos cuesta abrazar es la humanidad que Jesús abraza verdaderamente porque, en él, el Misterio está siempre arrodillado amorosamente sobre nuestra realidad y no sobre la idealización de nosotros mismos que vamos construyendo.

El relato de la vida de Jesús, habla del Dios que se hace niño, que no juzga, que camina con nosotros, un Dios que llora por la muerte de su amigo -como hoy hemos visto con la muerte de Lázaro-, que siente pavor ante la muerte próxima y que finalmente muere gritando en la cruz. Un midrash judío habla del llanto de Dios: ‘cuando Dios vio que los jinetes egipcios con sus caballos eran tragados por las olas, después de haber pasado sin peligro todo el pueblo de Israel, no pudo contener el llanto. ¿No eran también los egipcios sus hijos queridos y no sólo los de Abrahán y de Jacob?’. Cuando profesamos que Jesús descendió a los infiernos, expresamos que no temió experimentar el desamparo humano y la última soledad de la muerte. Varios místicos hablan del Dios que sufre con los que sufren y que llora por los que mueren. Juliana de Norwich, vio la conexión existente entre la pasión de Cristo y la pasión del mundo. En una de sus visiones dice: entonces vi lo que a mi entender era una gran unión entre Cristo y nosotros, pues cuando él padecía, padecíamos también. Y todas las criaturas que podían sufrir, sufrían con él.

Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. Gracias a la fe en la humanidad de Jesús podemos abrazar nuestra propia humanidad tal como es, con su prosa y su poética, sin escapismos que pretendan huir de su realidad y sin permitir que una idea de vida sustituya a la propia vida.

10 comentarios en “Arrodillado amorosamente

  1. Mari Carmen Hernández Cantos dijo:

    Gracias por toda la sabiduría y vivencia del Misterio..y qué aclaración tan hermosa » Jesús descendió a los infiernos»

  2. Pedro Garciarias dijo:

    Leyendo el hermoso y consolador comentario, me han venido a la memoria las palabras de un poeta que escribía «te baste la tierra ni más ni menos», creo que Machado pero no estoy seguro. Las palabras de la mística Juliana son un prodigio de luz. Gracias, una vez más.

  3. Molo dijo:

    Jesús lloró…»Maranatha» ven (v.34).Hundido y solidario ordena…¡Lázaro, ven!.Sí, hay sonoridad,hay ritmo,hay fuerza en la mistake con el Maestro.

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