
Obra de Corita Kent | 1970
El edificio entero de la fe cristiana depende de la confesión de la creencia en el Espíritu Santo (E.S.). No podemos creer en Dios Padre, ni en Jesús como Mesías, Hijo de Dios y Salvador del mundo, ni podemos, en último término, creer en la Iglesia, en los sacramentos o en la vida eterna sin creer, al mismo tiempo y con la misma fuerza, en el E.S. ¿Quién es este E.S. que pertenece al contenido mismo de la fe en Jesucristo para poder acreditarse como fe auténtica e integralmente cristiana? Probemos a preguntarnos… ¿qué sería Dios sin el E.S.? ¿qué sería Jesús? ¿y qué sería el mundo sin el E.S., sin su irrupción transfiguradora en la historia? ¿y qué sería el hombre sin el soplo divino del E.S.? ¿y qué sería la Iglesia sin su alma interior, el E.S., sin la silenciosa respiración de la santidad? “” Sin el E.S. Dios está lejos, Cristo se queda en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad una dominación, la misión una propaganda, el obrar cristiano una moral de esclavos. Pero en Él…el cosmos se ha elevado y gime en el parto del reino; el hombre lucha contra la carne; Jesucristo, el Señor Resucitado, está presente; el evangelio es fuerza de vida; la iglesia es signo de comunión trinitaria, la autoridad es servicio y liberación; la misión un Pentecostés; la liturgia es memorial y anticipación; el actuar humano se deifica…””
En la encíclica dedicada al E.S., Juan Pablo II habla de él como la “persona-amor”, la “persona- don”. Ambas fórmulas expresan una misma realidad: no hay, en efecto, don más grande que el amor, y el E.S. es el don más grande de Dios-Amor. En el discurso de Pentecostés, S. Pedro afirma que “recibiréis el don del E.S.”. San Agustín explica “El E.S. se da como don de Dios, y de tal modo que se da también él mismo en cuanto Dios”. Pero decir que el E.S. es don significa presuponer que es el don hecho por el Padre, el donante divino, Al Hijo, el receptor divino, el cual, a su vez, vuelve a dárselo al Padre. De aquí la equivalencia en el E.S. como amor y como don. Como consecuencia, al infundir en los corazones la caridad, el E.S. no infunde tan solo una virtud, sino que se infunde a sí mismo: El E.S. es el don perfecto… en Él, el don se identifica con la persona. El amor hay que entenderlo en sentido dinámico: El E.S. es el don, en el sentido que es la donación del Padre y del Hijo y es aquel que mueve al Hijo a volver a darse al Padre. El resultado es que, cuando llega a nosotros el E.S. como don y como donación recíproca del Padre y del Hijo, se nos comunica a sí mismo como capacidad e impulso generoso para darnos a los hermanos.
En Pentecostés se celebraba el aniversario de la alianza y el don de la ley. El profeta Ezequiel había anunciado la garantía más laboriosa de parte de Dios para que sus hijos lograran finalmente mantenerse fieles a la alianza prometida: “Pondré mi Espíritu dentro de vosotros y os haré vivir según mis leyes “ ( Ez..36,27 ). El día de Pentecostés se cumple la profecía: el Resucitado, ascendido a la diestra del Padre, derrama su Espíritu. Manantial de la vida nueva, el E.S. es, en persona, la ley de la alianza nueva y eterna: es según S. Pablo la “ley del E.S; que da vida en Cristo Jesús “ ( Rom 8,2 ). La vida cristiana es una vida espiritual, en el sentido de que es animada por el E.S. y orientada hacia la santidad, hacia la perfección de la caridad. El E.S. une a Cristo y nos configura con él, haciéndonos compartir su actitud de obediencia filial al Padre, y hace que brote de nuestro corazón el grito “Abbá; Padre ¡¡¡ “De hecho, no es posible amar como Cristo nos amó si él mismo no ama en nosotros; es imposible seguirle en el camino de la cruz si él mismo no viene a morar dentro de nosotros. Dios nos ha amado antes; por tanto, nosotros debemos amarlo. Este es el evangelio: somos amados por Dios Padre, que nos persuade interiormente de su amor incondicional e indestructible con el don del E.S.. Podemos acoger a Dios como Padre y a los demás como hermanos. La ley nueva es una persona, la persona divina del E.S.. Con la alianza nueva y eterna, el E.S. nos hace mirar a Cristo como “forma “de vida… no es un modelo exterior; la ley nueva es interior, se encuentra en el corazón de las personas. La nueva ley está “escrita no con tinta, sino con el Espíritu vivo de Dios; no en tablas de piedra, sino en corazones de carne “(2 Cor 3,3). Del nuevo modo de ser se deduce un nuevo modo de actuar. La vida filial se expresa a través de las virtudes teologales.
A la verdad de Cristo nos adherimos con la virtud de la fe. La actividad fundamental del Espíritu de verdad consiste en suscitar y desarrollar en los cristianos la fe en Jesús y por eso puede reconocerse la presencia del Espíritu de Dios en nosotros si se reconoce que Jesucristo procede de Dios. La fe actúa en el corazón del creyente como una fuerza de resurrección. La salvación obtenida con la resurrección de Jesús no se adquiere únicamente en virtud de la fe, sino en el acto mismo de la fe. El espíritu lleva al hombre a acoger a Cristo por la fe en él, y es acogiendo a Cristo como el creyente se somete a la acción del espíritu. La fe actúa por medio de la caridad: Se comienza a creer al mismo tiempo que se comienza a amar. La expresión fundamental de la fe en el E.S. es la oración. Él gime con nosotros y en nosotros, plenamente implicado en nuestros sufrimientos, el E.S. se convierte en nuestro intérprete ante Dios. El E.S. infunde en nosotros la certeza indudable de que somos hijos incondicionalmente amados por el Padre. Ya bien sea que el Espíritu grite en nosotros o que nosotros oremos por medio de él, los cristianos cuando oran se “conectan en red “con Jesús por obra del E.S. y no hacen sino prolongar la oración de Aquél,. Orando “como” Cristo, ellos oran por, con y en Cristo. Esto es orar en el Espíritu (Ef 6,18 ).
La esperanza necesita del deseo y la confianza. LA CONFIANZA SE FUNDA EN LA FIDELIDAD DE Dios a sus promesas, una fidelidad de la que se nos dio una prueba irrefutable con la Resurrección de Cristo. El deseo no es otro que el de poder estar con el señor para siempre. La esperanza es el don del E.S. que por su poder se nos concede abundar en ella. Si esta esperanza no corre el riesgo de naufragar, como tantas de nuestras ilusiones delirantes, ni conoce la amargura de nuestras pesadillas deprimentes, se debe tan solo a que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del E.S. “(Rom 5,5 ). La historia ya ha conocido la revelación del E:S. como aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos. Pero también el presente está bajo el signo de su acción puesto que habita en nosotros. En el futuro definitivo dará la vida a nuestros cuerpos mortales (Rom 8,11). Al comunicarnos la virtud de la esperanza, el E.S. hace posible vivir la tribulación en la paciencia e incluso en la alegría perfecta.
Solo quien ha sido amado puede comenzar a amar. San Pablo nos advierte que el amor es la plenitud de la ley… comprende todas las virtudes e integra todos los otros frutos del Espíritu. San Agustín dice “Pregunta a tu corazón, y si lo encuentras lleno de amor, es que tienes el Espíritu de Dios “. “Donde está el Espíritu del Señor hay libertad “ ( 2 Cor 3, 17 ). Así, esta certeza permite superar la angustia de una libertad entregada a sí misma, fácil presa de toda esclavitud. El E.S. nos libera del egoísmo. Los discípulos de Jesús son libres porque tienen como única ley el mandamiento del amor. El E. de Jesús hace que nos encontremos con los otros a través del amor …ellos se hacen más libres y tú menos esclavo. Por el bautismo somos liberados y el E. nos ayuda a darnos a nuestros hermanos sin poseerlos. El Espíritu del resucitado nos libera del miedo a Dios… Porque el Dios de Jesús jamás se arrepentirá de haberme creado libre. Dios en mis extravíos me busca para salvarme. Dios es fuerte y tierno, y establece un plan de amor personal para cada uno. El Espíritu del Señor me libera del miedo al mundo hostil… Me libera de las modas y de las ideologías. El hombre excesivamente preocupado de sí mismo, es incapaz de afrontar la soledad en que a menudo el cristiano tiene que vivir sus ideales. El Espíritu Santo me libera del miedo a mi fragilidad… Me hace sentir amado por un Dios Pastor que se enternece por cada oveja necesitada. El Espíritu del Señor me libera en el dolor, aun cuando no sea liberado del dolor. Su voz dentro de mí me dice “estás renaciendo “. El Espíritu del Señor me libera de la angustia del pasado, que está bajo el signo de su misericordia. El presente es abrazado por su ternura y el futuro está bajo el arco iris de su providencia. El E.S. me libera de la angustia de la muerte… Me permite verla como una hermana que pone fin al primer tiempo de la vida y me introduce en el segundo, infinitamente más radiante y feliz, cuando ya no habrá luto, ni dolor, ni llanto, sino paz y alegría en el Espíritu Santo.
“” … En medio de las tinieblas de la ignorancia de esta vida, el Espíritu Santo es, para los pobres de espíritu, luz que ilumina, caridad que atrae, dulzura que seduce, amor que ama, camino que conduce a Dios, devoción que se entrega, piedad intensa… “”
(Guillermo de Saint Thierry)
“” Ven, E. Santo.: Tú eres el viento de la libertad.
Ven, E. Santo.: Tú eres el fuego del amor. Ven, E. Santo.: Tú eres el agua de la vida.
¡Ven, Espíritu Santo ¡
¡Ven, dador de dones ¡
¡Ven, luz de los corazones ¡
(Francesco Lambiasi)
Gracias
Gracias!
¡¡¡ Feliz Solemnidad de Pentecostés !!!
Bendito sea Dios qué me puso en vuestro camino..????????????????????
Me gustaría saber hacer vida en mi vida tanta profundidad geológica. Gracias.