La sabiduría de la cruz

Mysterium crucis | Alexandra Lisboa | 2020

En el relato evangélico (Mt 16,21-27), aparece lo que se conoce como el ‘primer anuncio de la pasión’. Algunos hablan, a partir de este momento, de ‘un antes y un después’ en las enseñanzas de Jesús. Y el punto de inflexión lo va a marcar el mensaje sobre la cruz. Se trata de un mensaje profundamente paradójico, en el que ‘ganar es perder’ y ‘perder es ganar’, y que afecta nada menos que a la vida misma. Después del anuncio, se produce un enfrentamiento entre Pedro y Jesús, cuya dureza parece indicarnos que nos encontramos ante un tema decisivo, que no admite acomodaciones.  Pedro, que acababa de ser reconocido como la ‘roca’ del grupo, es llamado ahora ‘piedra’ de tropiezo, incluso ‘Satanás’, es decir, ‘adversario’ diabólico.

Lo que se halla en juego es ganar la vida o malograrla, acertar o errar en lo más decisivo. ¿Dónde está la clave? ¿Cuál es el camino de la sabiduría? Como nos dice el evangelio hoy: ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Esta sería entonces la cuestión a la que quiere responder el evangelio de hoy: ¿cómo acertar en la vida? En la respuesta de Jesús a Pedro se nos revela una sabiduría difícil de digerir: la ‘sabiduría de la cruz’.

La postura de Pedro refleja algo que casa muy bien con nuestra sensibilidad más superficial: ‘¡Dios no permita que tengas que sufrir!’. Por eso, cuando nos encontramos con adversidades reaccionamos con ese hábito trágicamente humano de buscar el placer y tratar de evitar el dolor. Sin embargo, lo que llamamos obstáculos, son en realidad la forma sabia que tiene la vida y toda nuestra experiencia de enseñarnos dónde estamos atascados.

Cuando lo teníamos todo controlado y funcionando en armonía, y de repente nos quitan la alfombra de debajo de los pies y sentimos que nos han quitado todo lo bueno, que nos han echado del nido, entonces no sabemos ni dónde estamos ni qué va a pasar. Cuando todo se cae a pedazos y sentimos incertidumbre, decepción, conmoción o vergüenza, experimentamos la incomodidad y la incertidumbre de estar en tierra de nadie, e hinchamos ese sentimiento desfilando por la calle con banderas que proclaman lo mal que está todo. Cuando surgen emociones verdaderamente intensas, to­das las doctrinas y creencias a las que nos aferramos parecen irrelevantes, porque las emociones son mucho más poderosas.

Cuando cotidianamente hablamos de la buena vida nos referimos a conseguir tenerlo todo en orden. Percibimos que somos buenas personas, nos sentimos muy bien con nosotros mismos, y por fin, hemos atado todos los cabos sueltos. Somos felices y pensa­mos que eso es la vida. Pero, buscar la seguridad o la per­fección, regocijarnos por sentirnos seguros, completos y cómodos, es una especie de muerte. No cabe ni una ráfaga de aire fresco, no hay lugar para que entre algo nuevo que interrumpa todo lo anterior. Al querer controlarlo todo esta­mos matando la vida, y así preparamos nuestro propio fracaso porque, antes o después, va a pasar algo que no podremos controlar.

La esencia de la vida es que es desafiante. Unas veces es dul­ce y otras, amarga. A veces nuestro cuerpo se tensa y otras, se rela­ja y se abre. A veces tienes dolores de cabeza y otras te sientes con una vitalidad inusual. Tratar de atar todos los cabos y tenerlo todo controlado es la muerte, porque implica rechazar gran parte del acontecer de nuestra vida. Y en este planteamiento de vida hay algo agresivo: tratamos de aplanar todos los relieves e imperfecciones para suavizarnos el paseo.

Estar plenamente vivo, ser plenamente humano y estar completamente despierto es ser expulsado del nido constantemente. Vivir plenamente es estar siempre en tierra de nadie, es experimentar cada momento como algo plenamente nuevo y fresco. Vivir es estar dispuesto a morir una y otra vez. Y la muerte es querer aferrarse a lo que se tiene, y que todas las experiencias nos confirmen, nos satisfagan y nos hagan sentirnos completamente en orden.

Todas las adversidades señalan el camino hacia la plenitud de la vida a través del abandono, dejándonos morir momento a momento. Así, podemos vivir plenamente sin buscar el placer ni evitar el dolor, sin reconstruirnos cuando nos caemos a pedazos. Podemos permitirnos sentir nuestras emociones frías o calientes, vibrantes o planas, en lugar de emplearlas para mantenernos en la ignorancia y en la estulticia. Podemos renunciar a ser perfec­tos y experimentar plenamente cada momento. Tratar de esca­par, nunca es la respuesta a ser totalmente humanos. Pero cuando nos quedamos con lo que vemos y sentimos lo que sentimos, entonces nuestro corazón se abre. Así es como despertamos a la sabiduría del bien morir y al arte del bien vivir.

Pedimos hoy a Jesús que nos instruya en la sabiduría de la cruz, para que vivamos una vida humanizada y divinizada, libre y liberadora.

5 comentarios en “La sabiduría de la cruz

  1. Beatriz dijo:

    Muchas gracias.
    Reflexión sin adornos, sobria, sencilla y auténtica, tal cual la liturgia, el arte cisterciense.
    Pronto cantaremos el himno Vexilla Regis, o Cruz Ave Spe.
    Ave Cruz en quien solo esperamos, a ti te tributa gloria el linaje de los redimidos…… …

  2. Luis Martinez Sanchez dijo:

    “”” Ruega, en primer lugar, ser purificado de las pasiones; después, ser liberado de la ignorancia; y, en tercer lugar, ser liberado de tentaciones y desviaciones. “”” ( Evagrio Pontico ). Buscar a toda costa la felicidad y no tener contrariedades en la vida pasa por no tener los pies sobre la tierra… por no adecuarnos a la realidad del ser humano. Muchas veces, tras nuestras pasiones, se encuentra una huida hacia delante, a ningún lugar, con tal de no ver, no pasar, por el dolor y el sufrimiento que muchas veces conlleva la cotidianidad del acontecer de las personas. Todo ello, nos hace ser personas ignorantes…es decir, esclavos de una falta de inteligencia entendida como intuición adecuada a la Vida. La tentación es obvia… olvidarnos de que el Camino de la Realidad de Jesús pasa por el ofrecimiento y el seguimiento, incluso hasta la muerte, hasta asimilarnos a Él en la Cruz. Todos tenemos unas circunstancias que nos condicionan. Pero, tenemos la libertad de elección, de discernir, de continuar obrando el bien, aunque “” muramos a cada instante “”… aunque parezca que la vida se nos va de las manos. Nada aprovecha al ser humano un mundo pleno de banalidades, lleno de falsas seguridades… un mundo donde prima “ el tener bajo nuestra bota la cabeza del prójimo “. Dejemos que entre aire nuevo en nuestros pulmones… En la Cruz de cada uno, sintamos como el Espíritu De Dios penetra nuestras entrañas con un Amor Inefable. Dejemos que la Iglesia, esa casa común y hermanada, sea ventilada e iluminada por el Espíritu de Jesús para acoger a toda la Humanidad..

  3. pedro garciarias dijo:

    ¿QUIÉN SERÁ ESE HOMBRE SABIO QUE ESCRIBE CON LA SABIDURÍA DEL ESPÍRITU?, o es un gran psicólogo o ha vivido mucho y sabe…o es un hombre del Espíritu. Mil gracias por tan profunda y exacta interpretación de lo que es vivir sin apoyo,no recuerdo el nombre del poeta que escribió esto «te baste la tierra ni más ni menos», abrazo fraterno ante tantas fiestas de María que llegan en Septiembre.

  4. Teresa Vasconcelos dijo:

    A sabedoria da Cruz! Um projeto de vida! Obrigada também pela imagem da cruz-luz e esperança da minha amiga Alexandra Lisboa.
    Bem hajam!

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