Bienaventurados los que han estado en el infierno

Obra de Enrique Mirones, monje de Sobrado

Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Jesús se dirige con estas palabras a los sumos sacerdotes y a los ancianos o senadores, máxima autoridad y referencia religiosa para todo el pueblo. La advertencia no debió resultarles fácil de encajar. Da la impresión de que a Jesús le gusta provocar. Provocar significa, llamar hacia delante, desinstalar. Con sus provocaciones fuerza a ver las cosas desde una perspectiva diferente a la que era habitual.

El seguidor de Jesús no es el ‘perfecto’, sino el que necesita a un Dios que le ame sin merecerlo. Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios, no por ser pecadores, sino por reconocerlo humildemente y no despreciar a nadie. Si te sientes pecador, da gracias a Dios, no por serlo, sino por descubrirlo. El dios que exige tu perfección como requisito para amarte, se convierte en el mayor de los tiranos.

Lo más importante no es que consigamos ser perfectos cumplidores, sino tener una actitud de humildad ante Dios y ante los demás. La actitud religiosa a la que Jesús provoca, no es otra que a la de un desconocimiento del hombre y de Dios. Tenemos que descubrir que seguimos presentando como buena noticia lo que no es más que el ideal griego de perfección, que los padres orientales identificaron con el evangelio. Para aquellos filósofos, la perfección consistía en que la parte superior del hombre, la razón, llevara las riendas de la persona. Que nada escapara al control racional. Que apetitos, pasiones, sentidos, fueran regidos y controlados por la mente. Dejarse llevar del instinto era la señal más evidente de una vida embrutecida. Sólo los que conseguían este control podían considerarse plenamente humanos.

El gran peligro de este planteamiento es que en la medida que uno consigue ese objetivo, se siente superior a los demás y desprecia a todo el que no lo alcanza. Pero hay algo todavía peor: al no alcanzar el ideal, aperece la necesidad de la simulación. Hacer ver a los demás haberlo alcanzado, se convierte en el objetivo fundamental. Así es como nace la hipocresía del fariseísmo.

Solamente por nosotros mismos no podemos lograr el ideal que amamos. En un momento dado llegamos a tocar techo en nuestras posibilidades, a palpar nuestra impotencia, y a comprobar que únicamente la Gracia de Dios puede cambiarnos. La religión es para quienes tienen miedo de ir al infierno, mientras que la espiritualidad es para quienes ya hemos estado en el infierno (Proverbio Sioux)

Jesús llama bienaventurados a los pobres, a los hambrientos y sedientos de justicia, a los que lloran, a los que no pueden pensar en construir sobre sí mismos y sobre lo que tienen y, en consecuencia, se entregan confiadamente en las manos de Dios. Estos reciben el Reino como herencia, tienen un especial sexto sentido para las cosas del Reino de Dios.

La experiencia de Dios no llega nunca como recompensa a nuestro esfuerzo; es, más bien, la respuesta de Dios al reconocimiento y confesión de la impotencia del hombre. En ese corazón contrito y quebrantado por la experiencia de su radical impotencia puede penetrar la fuerza de Dios. Es como si sólo el pecador, el débil, el pobre se diera cuenta de que vive una vida enajenada de sí mismo, que no vive desde su verdadero ser, que vive a la defensiva. El afán de perfección no es sino una manera de huir de sí mismo por miedo a enfrentarse a su ser vulnerable, que es el único camino para ser lo que uno es, para sentirse amado por lo que se es y no por lo que uno intenta o desea o debería ser.

La parábola nos está invitando a que seamos capaces de reconocer y abrazar al ‘publicano y a la prostituta’ que cada cual llevamos en nuestro interior. ‘Publicanos y prostitutas’ son símbolo de aquella parte de nosotros que tenemos reprimida y oculta. Es claro que, mientras no la reconozcamos, atacaremos en los demás lo que en nosotros mismos hemos rechazado. Sólo cuando abrazamos a nuestro ‘publicano y prostituta’, nos humanizamos, porque nos abrimos a la humildad. Y únicamente entonces puede emerger la bondad y la misericordia hacia los otros.

Necesitamos mirarnos con bondad y acogernos con amor, abrazar pacientemente, una y otra vez, nuestra debilidad, fragilidad y vulnerabilidad, como si estuviéramos comprendiendo y amando a nuestro mejor amigo. Cada abrazo de nuestra parte débil nos hará crecer, de un modo paradójico, en fortaleza interior, haciéndonos testigos de nuestro hombre celestial. Y esto sólo es posible desde el infinito amor del Dios de Jesús que nos abraza siempre incondicionalmente.

6 comentarios en “Bienaventurados los que han estado en el infierno

  1. pedro garciarias dijo:

    BIENAVENTURADO EL MAESTRO QUE ANUNCIA LA SALVACIÓN, BENDITA LA MANO DEL MENSAJERO QUE ESCRIBE. GRACIAS POR LA PINTURA DE Mirones, todo un regalazo. abrazo fraterno de pedro.

  2. Beatriz dijo:

    Muchas gracias por esta reflexión. Para meditarla.
    HOY Jesús, con la libertad que lo caracteriza para expresarse, plantea una paradoja-¿ Qué os parece? y describe, entre líneas, la diferencia entre un corazón hueco y vacío acompañado de una mente impoluta y petrificada y un corazón noble y generoso acompañado de una mente abierta, sin prejuicios.
    Todos vamos a ser cribados. Por ello no hay que tener miedo a que el Señor abra nuevos cauces.

  3. Luis Martinez Sanchez dijo:

    “” … Misericordia quiero y no sacrificios…””. “” … Cristo es misericordioso con los que se convierten… “”. Jesús quiere, nos ofrece, todos los medios para que aceptemos su salvación. Podemos rechazarla…podemos reconocer que fuera de Él no hay vida. Nos acerca al Dios Padre, nos muestra Su Misericordia para que entendamos que el perdón comienza por asumir nuestras faltas, sin prejuicios…sin complejos de culpabilidad…sabiendo que “” debemos estar alegres al pensar que el buen Dios es justo, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades, que conoce perfectamente la fragilidad de nuestra naturaleza “”. Dios es Grande; y quiere nuestro contento. Nosotros somos cosa pequeña…tan pequeña que “ nos caemos “ con una simple brisa. Al lado De Dios no somos nada y lo único que nos anima es su Inmenso Amor que nos enternece y, cada vez más, nos hace pedirle con humildad que no nos abandone. Nuestros corazones pueden enorgullecerse por la vanidad y la soberbia y llegar a considerar a nuestros semejantes inferiores y desdeñables, sin interés alguno y sin importancia. Y esta es la mayor falta que podemos cometer. Necesitamos convertirnos todos los días en personas de talante humilde y sincero, como Nuestro Maestro Jesús. Él asume nuestras faltas y se ofreció en Oblación Perfecta para redimirnos de algo que Él ni medianamente había, ha, cometido. Por todo ello, asumamos la Misericordia con toda nuestra humildad y seamos extremadamente benévolos con los fallos de los demás. “”” …Sin la Gracia De Dios es imposible para el hombre odiar su pecado y desear la justicia… “””.

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