El Espíritu Santo es ese inmenso manto de comunión que irriga la vida del mundo (Olivier Clément) La realidad diaria, aunque opaca y hasta pervertida, puede ser transcendida por la luz y el poder de la Resurrección, que implica también el descenso del Resucitado a los infiernos para rescatar lo perdido. El Espíritu Santo invoca la Resurrección, y con ella la Vida, la Comunión, el Perdón y la Belleza anunciando la esperanza en tiempos sin esperanza.
Todo está bañado por la mirada del Rostro de Jesús, por el Espíritu, por la compasión del Compasivo. En el centro de nuestra experiencia del Espíritu está el ser mirado. El mirar de Dios es amar (San Juan de la Cruz) Cuando nosotros miramos a Dios, podemos reducirlo a la estrechez de nuestro ángulo de mira, dejando en las sombras dimensiones fundamentales de su misterio vuelto generosamente hacia nosotros; podemos apresarlo en nuestras limitadas imágenes religiosas del pasado que nos acompañaron en un trayecto del viaje, pero en las que ya no cabe la nueva etapa que iniciamos. Lo más importante es que Jesús nos mire a través de su Espíritu y que en su mirada descubramos cada día la novedad que es Él para nosotros y que somos nosotros desde Él.
Para poder ver la realidad con justeza, sin distorsiones, antes tenemos que sentirnos mirados con ojos limpios, que no desfiguren nuestra imagen como hacen los espejos deformes de las ferias que estiran o engordan a las personas, sino que nos recreen al mirarnos. La experiencia humana de mirar nos ayuda a comprender la mirada del Espíritu de Dios sobre nosotros. Hay miradas invernales que nos tullen, y hay miradas cálidas que nos desentumecen; hay miradas que son espejismos en los que se pierden los seguros, y hay miradas que son espejos en los que se encuentran los perdidos. La poetisa cubana Dulce María Loynaz recordaba la mirada inolvidable de su madre al despedirla a la puerta del hogar: me miraba un instante con su mirada capaz de embellecerme y me decía adiós. Tocada con aquel signo seráfico, con aquella seguridad de sus ojos, de pronto desaparecía todo mi encogimiento y mi desgarbo.
Cuando Dios me mira, veo en sus ojos algo diferente, porque Él contempla con ternura lo que solamente es accesible para el amor. No ve sólo lo positivo, también las heridas abiertas que llevo en el rostro, que todos, menos yo, pueden ver. Esa mirada restaura mi rostro original, me hace nacer de nuevo a una humanidad nueva, para una esperanza viva, para una herencia acrisolada que no se marchita ni conoce la corrupción (1Ped. 1, 3-4) Me recibo continuamente de tus manos. Esa es mi verdad y mi alegría. Tus ojos me miran constantemente, y yo vivo de tu mirada (Romano Guardini)
Nada se esconde a su mirada; desde siempre y por siempre, el Señor mira, y no tiene límite su salvación. Nada es pequeño o menudo para Él (Eclo 39,19-20). Soy único e irrepetible a los ojos de Dios, valgo lo que valgo por lo que soy, por el mero hecho de existir, por mí mismo, por el valor que Dios me da: tú eres de gran precio a mis ojos, eres valioso, y yo te amo (Is.43, 4)
La mirada del Espíritu de Dios ve lo posible donde nosotros sólo vemos lo imposible, porque el mirar de Dios es amar, es crear posibilidades insospechadas. María, al hacerse humilde servidora de lo posible, cultivaba el misterio de lo imposible. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi (Lc 1,46-48)
Necesitamos una nueva sensibilidad para percibir al Espíritu, para sentir que nos mira –tú eres de gran precio a mis ojos, eres valioso, y yo te amo- para poder mirarle a Él, para contemplar con su mirada la realidad de nuestro mundo, para mirar a cada persona, que nos sale al paso en la vida, como un hijo de Dios, igual que yo, tanto si se trata de un amigo como de un desconocido, un mendigo, un banquero, un terrorista, un pariente, un monarca, un enemigo, un ateo o un obispo. Mirar así a todos, más allá de sus condicionamientos de cultura, clase social, familia, raza, lengua, género o religión.
María, llena de Dios, tú eres el icono de la Presencia del Espíritu, hacia ti elevamos hoy nuestra plegaria, como cada día lo hacemos en la Salve: vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos.
Gracias
Gracias
En unión de oraciones
Mirar y ser mirado… El Espíritu De Dios, dentro de nuestro corazón, sabe cómo somos…lo que necesitamos a cada instante. Nos acaricia en nuestro ser para que no nos desorientemos; para que no nos encontremos en ese vacío existencial… Vivir es amar… Vivir bajo la atenta mirada de Aquel que no tiene rostro y al que no podemos explicar con nuestros razonamientos. Transciende más allá de toda explicación y nos enseña a creer aumentando nuestra Fe. Nuestro corazón se encuentra protegido por Él…nos anima a vivir…crea en nosotros una fuerza sabia para afrontar y curar las heridas propias que nos causa la vida. En el fondo, nuestras dudas, siempre existentes, pueden ser extinguidas si escuchamos la brisa que trae el Espíritu. Cómo una sábana blanca, nos cubre sin que se aprecien nuestras magulladuras, envueltos por el bálsamo de su aliento. Solo tenemos que dejarnos conducir por Su Amor…fieles, misericordiosos y esperanzados como Nuestra Madre María. Ella supo guardar en su Corazón la Gracia del Espíritu… siendo la Madre amantísima de Nuestro Señor Jesús. Tuvo el ímpetu de acompañarlo toda su Vida, en Santo Silencio. Por todo ello, pidamos al Espíritu De Dios que no nos abandone nunca y que derrame sobre todos nosotros su Gracia para que cada vez nos acerquemos más, toda la Humanidad, a la realidad de su Reino.
¡MIL GRACIAS!
Vivir de su mirada.