Amar a las preguntas

Gran signe d’interrogació | Antoni Tàpies | 2010

«¿Dónde estás?» es la primera pregunta que el autor del libro del Génesis pone en boca de Dios, y así traza un eje fundamental en la revelación bíblica: Dios viene al encuentro del ser humano, toma la iniciativa, quiere entablar un diálogo… No con el ser humano en abstracto, sino con cada persona en su contexto vital: «¿Dónde estás?» Fue así con Abrahán, con Moisés, con David, con Isaías, con María, con Pablo y con tantos otros, seguramente con cada uno de nosotros, en la multiplicidad de nuestras historias y recorridos. «¿Dónde estás?»

Todos los seres humanos, creyentes o no, llevamos dentro el eco de esta pregunta. «¿Dónde estás?» forma parte de un grupo de preguntas esenciales: ¿quién eres? ¿adónde te diriges? ¿con quién vas? ¿de qué vives? Son preguntas sin respuesta definitiva, funcionan como un combustible que alimenta el movimiento que se hace camino. Son preguntas que nos dejan expuestos a la suma fragilidad del existir humano. Fragilidad, que es un elemento esencial de la dignidad humana. Porque somos frágiles, porque no lo sabemos todo, porque indagamos, somos más humanos.

Hoy, en este nuestro tiempo, para muchos, sentimos que las preguntas no son amadas y que el deseo humano parece capturado por las certezas, como si estas fueran un lugar más seguro para habitar. Dentro y fuera de la iglesia, palpamos un cansancio en lo que concierne a la búsqueda, al camino, a todos los lugares inestables, que necesariamente suponen la interrogación. Los extremos, que hoy parecen más poblados que los lugares de tránsito, son vigilados por policías de afirmaciones ideologizadas, estáticas, sin futuro, que solo pueden generar confronto y nunca diálogo.

Las iglesias y demás grupos religiosos no escapan a este movimiento que nos desplaza hacia la incomunicación y el confronto. Sin embargo, lo que encontramos en el evangelio, y concretamente en el relato que hemos escuchado hoy, es precisamente lo opuesto. Podemos decir que la vida de Jesús es la encarnación de la pregunta de los orígenes: «¿Dónde estás?» Dónde estés, estoy yo contigo. Jesús no habita un lugar ideológico, sino todo lo contrario: Él se hace casa, lugar de acogida incondicional para cada ser humano, allí donde está y cómo vive. Es Él quien nos enseña que en la casa del Padre hay muchas moradas.

«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» – El Reino de Dios, evocación simbólica de un mundo inclusivo, donde todos podemos ser hermanas y hermanos por vía de la compasión, es el ámbito donde Jesús se mueve. Su palabra y su acción amenazan la visión etnocéntrica de Israel, y por eso los escribas le acusan de ser servidor de Satanás. Pero Jesús les dice que ellos están blasfemando contra el Espíritu Santo, el Espíritu de la pluralidad de las lenguas, que congrega pueblos de todas razas y culturas.

Los discípulos de Jesús no podemos rendirnos ante el discurso del miedo, del odio, y caer en la tentación de hacer de nuestras comunidades espacios de refugio, lugares que terminan siendo configurados más por la ideología de la exclusión que por la experiencia de la apertura al otro. El Evangelio siempre desafía nuestros miedos, da alas a nuestra inquietud y nos anima al riesgo. El miedo nunca genera lugares seguros.

«¿Dónde estás?» Si tenemos el valor de poner nombre a los lugares inhóspitos donde tantas veces nos encontramos, si tenemos el valor de dejarnos amar en esos lugares, porque es justamente ahí donde Jesús nos espera, entonces, los demás, todos los demás, ya no tienen nada de amenazador, son, sencillamente, pobres hombres y mujeres, como cada uno de nosotros. Es verdad que somos todos distintos, pero no es menos verdad que somos todos más iguales de lo que hemos llegado a pensar.

En este día en lo que somos llamados a participar en las elecciones para el Parlamento europeo, el evangelio nos ofrece una pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»

5 comentarios en “Amar a las preguntas

  1. Luis Martinez Sanchez dijo:

    En el conjunto de la existencia humana, nos planteamos el seguimiento de Cristo… “ ¿ Dónde vives, Señor ? “… El habitar de Jesús nos ha de animar a continuar caminando, dentro de las inseguridades de la vida. Plantearse cuestiones nos lleva a no reducirnos, a acostumbrarnos a continuar luchando dentro de la incertidumbre con nuestros fracasos y aciertos. Lo cierto es que Él se encuentra en nuestro interior inundándolo todo… con el incombustible fuego del Espíritu. Quien abomina del Espíritu está cometiendo una falta grave al Amor misericordioso De Dios. En la Caridad es donde seremos juzgados, seremos vistos con lupa… Aquí es donde el ser humano muestra su categoría esencial. Nunca sabemos a ciencia cierta cuál es la Voluntad De Dios. Toda la vida consiste en esto…en seguir a la búsqueda del Señor…a caminar en su senda…a acoplarnos a las pisadas de Jesús… por su sendero…hermanados con nuestros hermanos ya sean de nuestra cuerda o no. Continuar surcando el mar de la duda…incierta…no asegurarse en nada… sin rumbo fijo… con la mirada puesta en las estrellas que alumbran el cielo de la Eternidad. La interrupción de la Vida tal como la llegamos a adivinar en nuestra corta existencia no nos debe desanimar. La esperanza en Cristo, en su rostro, es lo que importa. Todo ha de ser vaciamiento en nosotros, en nuestro ser que se llena sólo De Dios.

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