
Para la primera comunidad cristiana, Jesús es el esposo del pueblo, Juan es sólo el amigo del esposo, quien le prepara el camino. Con estas imágenes los discípulos de Jesús trataron de zanjar la polémica que mantenían con los seguidores del Bautista, en torno a la preeminencia de uno de los maestros sobre el otro. Jesús fue bautizado por Juan, lo cual significaría un reconocimiento implícito de la autoridad de este último, pero, a diferencia de él, el maestro de Nazaret bautiza, no con agua, como Juan, sino con Espíritu Santo, comunicando la misma vida divina, haciendo nacer de Dios.
El bautismo con agua constituía un rito simbólico de muerte-renacimiento: la persona introducida en el agua era sepultada para salir limpia y renovada. El bautismo era imagen de una vida nueva. Sin embargo, con Jesús ocurre algo diferente. No se trata ya de un rito, sino de una realidad: la misma vida de Dios en nosotros.
Pero, aún así, no deja de cuestionarnos por qué se hizo bautizar Jesús. Sabemos que Juan predicaba un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Sin embargo, Jesús declaraba que ‘el Padre y yo somos una sola cosa’. ¿Cómo pudo entonces aceptar y pedir que lo confundieran con los pecadores para ser purificado de unas faltas que no había cometido?
¿Lo hizo por humildad? La humildad no tiene nada que ver con esta decisión sorprendente de Jesús, porque la humildad es verdad, es reconocimiento de nuestra condición real, y no mentira o simulación. La humildad no tiene que ver con cargarse de defectos imaginarios, como tampoco consiste en apropiarse de cualidades falsas. Es verdad que los santos se sienten pecadores, y hasta grandes pecadores, pero no por una exageración que pudiera llamarse virtuosa, sino porque su proximidad a Dios esclarece su sombra con una luz deslumbradora, mientras que la nuestra nos hace ciegos ante Dios y endurece nuestra conciencia.
La vida de Jesús está totalmente referida al Abbá, el Hijo procede de la Fuente de la vida que es amor. Este vínculo indisoluble con su Padre, es el que nos permite alcanzar a vislumbrar el calado del paso de Jesús de Nazaret entre nosotros que comenzó poniéndose a la cola de los pecadores. Jesús, en quien habita la plenitud de la Divinidad, el manso y humilde, el cordero de Dios, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza, para que el cielo se abra para todos los seres humanos, para que toda carne pueda contemplar la salvación de Dios, para que a todos los pueblos y a los que caminan en tinieblas les brille una luz grande, para que descubramos al Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, pues somos hijos de Dios.
Jesús se solidariza con los pecadores, hace causa común con ellos, se mezcla en sus reuniones, se somete a sus ritos de iniciación, se agrega a su comunidad, sencillamente para vivir la vida humana, para amarla como el mismo Dios la ama, en todas las situaciones y, sobre todo, en las que son más opacas a la vida y al amor: en la desesperanza, en la enfermedad, en el exilio, en la injusticia, en la marginación, en la indignidad, en el dolor, en la vulnerabilidad, en la exclusión… en tantos y tantos infiernos de la vida.
Jesús no se juntó con los justos de su época, que se llamaban fariseos, los separados. No aguardó a que vinieran a él los que estaban perdidos, se fue a buscarlos, a estar con ellos, a ponerse entre ellos, se dejó tratar como uno de ellos, irradiando una misericordia, una alegría, una esperanza inéditas, que transformaron radicalmente a algunos de sus coetáneos, a sus amigos y compañeros.
Ante esa gran cola de pecadores, se abrieron los cielos. Sobre aquella humanidad digna de lástima, se manifestó el Espíritu Santo. Creo que hoy podríamos quedarnos con este hecho: que, en medio de los publicanos, de los pecadores, de las prostitutas, es como Dios manifiesta y señala a su Hijo muy amado en el que ha puesto todas sus complacencias.
«En medio de los publicanos,
de los pecadores, de las prostitutas,
es como Dios manifiesta y señala a
su Hijo muy amado en el que
ha puesto todas sus complacencias.
“SOIS PRECIOSOS A MIS OJOS
Y YO OS AMO” estar y ser
bajo tú mirada…
ser Amada!
Que ternura, que delicia.
Gracias
Muchísimas gracias
Viví una experiencia de sumo dolor porque mi hijo incurrió en un acto de gravísimo irrespeto hacia la casa, por temas de pecados graves y había pensado en echarle de la casa, y me entristecía además que «contaminara» este lugar y el punto era que para mí no había ya lugar para él. Busqué orientación y este mensaje fue muy similar al que me dió el sacerdote y me dijo, algo así: primero la Misericordia, la serenidad, el diálogo, la expresión de lo que está sintiendo y dejarle a él la lección de si quiere irse o quedarse ajustado a unas normas.
Porque recuerda: en la Iglesia entran también los pecadores, todos y si haz hecho de tu casa, un lugar particular de oración; es ahí, dónde debe haber mayor atención para los que están en mayor oscuridad. Me costó aceptarlo a pesar de que lo entendía, obedecí, hice lo debido y gracias a Dios, seguimos la convivencia en una mejor convivencia, está experiencia nos ha traído Paz. Ahí está la razón del Bautismo de Jesús, dar Luz, Esperanza para nosotros que sin Él estaríamos fundidos en el ocaso de las tinieblas.
Gracias