
En este día en el que María presenta a Jesús en el templo, contemplamos, con el anciano Simeón, al que es Luz de las naciones y Salvador de los pueblos. La Iglesia celebra hoy la jornada mundial de la vida consagrada, con el lema: peregrinos y sembradores de esperanza.
Para familiarizamos con la esperanza tenemos que atrevernos a mirar al futuro permaneciendo abiertos al Dios de las sorpresas, que nos tiene acostumbrados a trastocar nuestros planes invitándonos a asumir cosas que nunca imaginamos. La esperanza no es optimismo, es algo más hondo que un estado de ánimo. La esperanza no es tanto la convicción de que todo va a salir bien, cuanto la seguridad de que tiene sentido lo que hacemos, sin preocuparnos de los resultados.
La incertidumbre, la frustración y el fracaso nos van a acompañar siempre. La verdadera alegría se asienta en la esperanza, en la certeza de que la vida tiene sentido por estéril que parezca tantas veces. El sentido de la vida es Dios, ante cuyo misterio nos quedamos sin palabras. Dios es nuestra esperanza. Mientras que las esperas se mueven en el ámbito de lo trivial, de lo sustituible, de lo no decisivo, la esperanza engloba todas nuestras esperas, está en el sustrato último de todas las esperas. Las esperas frustradas no reducen al hombre a la desesperación, pero si perdemos la esperanza, irremediablemente, adviene la desesperación.
Somos peregrinos y sembradores de esperanza cuando vivimos alegres, sintiéndonos en casa, sosegados en medio de la inseguridad de no saber lo que la vida nos va a traer. Cuando el evangelio nos va impregnando interiormente, podemos descansar felizmente en la confianza de que la vida va a encontrar siempre un sentido.
Si una de nuestras más atractivas aspiraciones es alcanzar la libertad, necesitamos despertar a lo que somos para sorprendernos con el bien, la belleza y la bondad que nos habitan y que hay dentro de todo ser humano. Es un proceso lento ante el que hay que armarse de paciencia y saber esperar. Si no esperas, no hallarás lo inesperado (Heráclito).
Conocemos quiénes somos, no tanto por un esfuerzo de introspección y una técnica psicológica, cuanto por el desvelamiento de una Presencia más íntima a nosotros que nuestra propia intimidad. Dios no es ese ojo que nos escruta permanentemente. Dios habita el santuario de nuestro yo más profundo, es el núcleo más secreto y más sagrado del ser humano en el que se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo (GS 16). Dios nos hace libres llamándonos a la liberación porque de Él emanan buenos sentimientos sobre nuestro pasado y sobre nuestro presente, que nos permiten reanudar una vez tras otra, el camino hacia el futuro, sabedores de nuestra fragilidad redimida.
El Espíritu de Jesús hace emerger en nosotros la imagen de Dios, nuestra verdadera identidad, el núcleo más profundo de lo que somos. Con esta lucidez, desde el hogar de la esperanza, la culpa neurótica se va desvaneciendo, dejando paso a nuestra verdad que nos permite amar, crear vínculos afectivos, llenar de nombres concretos el corazón y expresar el cariño con gestos humanos de ternura. La comprensión lúcida de nuestra verdad, de quiénes somos, nos empuja a ser peregrinos de esperanza, haciendo el bien, sembrando gestos de bondad a nuestro paso.
En presencia de Jesús, recorremos los senderos de la vida con alegría desbordante, con esperanza serena, creciendo en la libertad que nos hace vivir con anchura desde lo más profundo de nuestro ser. Pasamos de vivir ante Dios, a vivir con Dios y para Él. El rumbo de nuestra vida queda definitivamente orientado a vivir para nuestros hermanos.
Está brotando algo nuevo, ¿no lo notáis? Con María, la Madre de la Esperanza, contemplamos al que reconstruye las ruinas antiguas y levanta los cimientos de otros tiempos, que repara las brechas y restaura los senderos para hacer habitable nuestra casa común. (Isaías)
Gracias!
«Está brotando algo NUEVO, ¿no lo notáis»?
Es Sta María de Sobrado; MADRE ESPERANZA, que hace habitable y ensancha nuestra casa común.
Fiesta de la Candelaría para emigrantes y Peregrin@s de la ESPERANZA.
acogiendo y sembrando PAZ y BIEN por los senderos.
Un anciano monje decía: «TOD@S tenemos DENTRO dos lob@s que luchan entre si: una lob@ BUENA y otra MALA.
En nuestro largo peregrinar vencerá la lob@ que alimentemos más su memoria enferma».
Está brotando ALGO nuevo. Lo notamos?
Es la fiesta conocida como la «Candelera». Según la tradición judía, la madre debía esperar cuarenta días después del parto para purificarse, y era entonces cuando podían presentar al niño ante las autoridades religiosas.
A pesar de ser una fiesta de Jesús, ésta es una de las fiestas más antiguas dedicadas a María de José, introducida en el año 496 por el papa Gelasio I.
María de Sobrado, nos ofrece «sus gafas» para poder VER nuestra ESPERANZA hecha realidad:
«AHORA, Señor, deje que tu siervo se vaya en paz. ¡Mis ojos han visto al Salvador!»
Hoy más que nunca estamos llamados a ser testigos del Acontecimiento Cristo…y lo somos todos: consagrados y los que en apariencia no lo son. Todos, en nuestros corazones, somos habitados por Dios… Todos nuestros corazones se hallan unidos al Corazón de Jesús… Él nos lo hace posible, en el camino de la Esperanza. En ese devenir, Dios nos ama, Dios nos quiere íntegros como Pueblo de Israel…sin diferencias indefinidas entre los pueblos, entre las naciones. Una única tierra solidificada por todas las almas que componen la Humanidad. Todos somos Peregrinos, sin fronteras, sin tener en cuenta clases sociales,,,ricos y pobres,,,buenos y no tan buenos…Para todos sale el mismo sol y el agua empapa nuestros vestidos, en un bautismo auspiciado por el Espíritu De Dios. Todos…religiosos y laicos, creyentes y no creyentes, somos de la misma carne en la que se encarna el Hijo De Dios, que trae la esperanza, que peregrina por todo el Universo, que asume las problemáticas del ser humano…desde las más pequeñas a las insalvables… Jesús es cercanía…es el Amor hecho realidad y palpable. Dios no deja solo a las personas…siempre está con cada uno y con cada una. Todos somos fraternidad… todos tenemos las mismas hechuras mentales y físicas…y, aún así, somos identitariamente diferentes. A cada cual, Dios, Jesús, nos habla con sinceridad, con sencillez para que lo entendamos. Sus palabras escuchadas son la voluntad del Padre… Con Esperanza…caminando unos juntos a los otros…Sigámosle. Nos anima María que en su afán de Sierva del Señor y en su afán de servir a los que le rodean, es ejemplo de lo que debemos hacer: siempre atentos y vigilantes por la Gracia del Espíritu.
Gracias 😊 SIEMPRE gracias por compartir.
Si, María de Sobrado es ejemplo de lo que debemos hacer… ESPERAR lo INESPERADO.
VIVIR con anchura desde lo más profundo de nuestro SER por la Gracia del AMOR.
La esperanza no es tanto la convicción de que todo va a salir bien, cuanto la seguridad de que tiene sentido lo que hacemos, sin preocuparnos de los resultados.
¡Gracias!
Gracias
SABIAS REFLEXIÓNS