Los textos de hoy nos enseñan una verdadera conducta en la vida: Ver las cosas y los sucesos a la luz de Dios; dejarse guiar por su palabra y estar preparados a dejar todo para seguir a Jesucristo. He ahí la verdadera sabiduría, no la de los hombres sino la de Dios.
El sabio ha preferido el espíritu de la sabiduría a la salud y la belleza. En efecto ¿de qué le sirve al hombre ganar el universo si lleva su vida a la ruina? Pero hay que recalcar que esta sabiduría no es en absoluto rehuir las responsabilidades, del poder o de las riquezas Ellas, bien usadas pueden suponer un servicio a los hombres y al proyecto de Dios.
Esto nos ha de llevar a preguntarnos sinceramente ¿qué es lo que más aprecio en mi vida? Y también ¿Para asumir mis responsabilidades me esfuerzo por comprender lo que mis hermanos y Dios esperan de mí?
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