Sondeando lo más allá del Misterio

Mysterium Crucis | Alexandra Lisboa

Tú eres el Mesías, el Cristo. Esta es la confesión de fe que hacemos junto con Pedro. Pero también, lo mismo que Pedro, nuestras expectativas sobre el Mesías necesitan ser continuamente evangelizadas, porque nosotros predicamos un Cristo Crucificado, fuerza de Dios y sabiduría de Dios, escándalo para los judíos y necedad para los gentiles.

El terrible suplicio de la crucifixión despertaba en el mundo antiguo horror y espanto. Pasados los primeros siglos tras el escándalo de la cruz, el que era un instrumento de tortura, empieza a ser visto y venerado como signo de salvación, al interpretar la muerte de Jesús como misterio salvador. Con el paso del tiempo, en la cultura popular, cargar con la cruz se ha utilizado para referirse a todo aquello percibido como dolor, molestia o simple incomodidad. Pero si volvemos al Evangelio, cargar con la cruz significa asumir, de manera lúcida, como Jesús, las consecuencias dolorosas de una opción de vida marcada por la fidelidad y la entrega.

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Pureza del corazón

Desierto | Obra de Enrique Mirones | 2001

Lo que sale del corazón
Hace impuro al hombre
– no lo que entra –

1
¨Quién puede subir al monte del Señor…¨

No es asunto de privilegios sino de conducta: Es cuestión de llevar el traje de fiesta ¨indicado¨ para estar en la presencia del Señor, en su Casa.

Manos y corazón -obras e intenciones- guardan una relación significativa: No es tanto lo que hacemos (que vale muchísimo) cuanto el amor y la intención que ponemos en nuestras acciones, que les dan vida. Va en ello como un ¨pedazo¨ de nuestro ser, de nuestra alma, de nuestra interioridad:
Inocencia en las manos, pureza en el corazón.

Amor concreto en obras expresivas:

no calumniar con la lengua, no hacer daño al prójimo, tener puesta la confianza en el Señor, buscarlo, acudir a él y vivir en su presencia.

Quien así viva será agraciado y bendecido.

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Todas mis fuentes están en ti

 

Después de escuchar este largo y polémico discurso sobre el pan bajado del cielo, podemos sentirnos escandalizados como les sucedió no solo a los judíos sino también a muchos de los seguidores de Jesús, que terminaron por abandonarle. Si, con la mejor voluntad, conservamos celosamente nuestra fe en pergaminos y mantenemos ‘medio muerta’ la esperanza con respecto a la revelación de Dios, podemos haber pactado con una blasfemia mucho más peligrosa, en este momento, que cualquier otra blasfemia: que ninguna novedad cabría ya esperar de Dios. Jesús, sin hacer alarde alguno de ostentación, permanece anonadado, mezclado con la masa. Pasa inadvertido, casi como confundido con lo más cotidiano, recordándonos que las cosas de Dios son siempre sencillas. Es el pan nuestro de cada día capaz de alimentarnos en cualquier situación, en los sabores y sinsabores de la existencia. Para encontrarse con el hombre en el corazón de su vida, Jesús se hizo pan.

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San Bernardo

Iglesia del Monasterio

Bernardo de Claraval, bandera discutida, ‘quimera de su siglo’, fue un hombre audaz, apasionado, que supo armonizar el vigor y la ternura, la fragilidad con el coraje, la amistad con la soledad. Entra en la trama sinuosa y complicada de la historia de su tiempo, rompe con el estándar monástico, siendo un monje atípico que vive el recogimiento en el bullicio, la austeridad en los palacios, la pobreza en la abundancia, el silencio en la predica­ción. Leyendo algunos de sus textos, se tiene la impresión de estar ante un profeta, un místico, ante un innovador y, al mismo tiempo, ante un hombre sencillo y humilde, enamorado de la humanidad de Cristo, ante un hombre tímido que quiere desaparecer.

San Bernardo es un hombre de su tiempo. Los acontecimientos eclesiales y las transformaciones socioculturales de la época le influyen y él se deja influenciar por ellas. Dios habla en la historia de los hombres, Bernardo escucha esta voz, la presta atención, la discierne y la transmite. Su temperamento, no siempre ecuánime, da a la recién fundada Orden del Císter, su impronta singular, siempre en proceso de reforma, de renovación y de adaptación.

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Pan que compromete a vida

Estación de trenes de San Pedro do Estoril (Portugal)

Texto en castellano

Levamos catro domingos reflexionando co discurso do Pan de vida que pronunciou Xesús na sinagoga de Cafarnaún e o remataremos o próximo domingo. No ritmo ascendente que vai tendo o discurso, vemos como Xesús vai levando a xente que o escoita, da procura dun alimento material que resolva o problema de ter que traballar para comer, a un alimento que compromete a vida da xente coa súa persoa, coa súa paixón polo reino, co seu sentido da xustiza e da igualdade entre as persoas, coa presencia de un Deus que non habita en templos construídos por mans de homes, senón que se manifesta na súa Vida e nas súas obras. Xa no é o Deus do Sinaí, o da Lei, senón o da graza e a verdade que se manifestou no seu Fillo Xesús Cristo. Xa non é o Deus do maná que comeron os pais no deserto e morreron, senón que El se manifesta coma o pan que da vida ao mundo. Xesús é pan «baixado do ceo». Non pode ser confundido con calquera alimento. Agora trátase de algo mais profundo, dun cambio radical na vida do buscador de Deus e dos bens de Deus. Xa non son bens perecedoiros: comida, vestido, bens materiais que non dan “tranquilidade” pero que teñen o poder de nos escravizar, incluso de chegar a matar por eles. Xesús nos quere ceibes: Non andedes agoniados pola vosa vida (o que ides a comer, o que ides a beber), nin polo voso corpo (o que ides a vestir) (Mt 6, 25). Quere que os nosos desexos transcendan o meramente material: «Con toda a verdade volo aseguro: buscádesme non porque vistes sinais, senón porque comestes pan ata vos fartar. Traballade non polo pan que se acaba senón polo que dura deica vida eterna» (Xn 6, 26-27).

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Asunción de María

 

María, eso más nuestro que ya es del cielo, es el oasis donde se nos permite abrir plenamente el corazón para dar la bienvenida a la vida. Desde esta apertura acogedora y arrodillada, brota la paz y la alegría más elevada que uno pueda imaginarse.

En nuestro interior habita la soledad sonora, la plenitud de la gracia, el amor gratuito e incondicional de Dios. Todos poseemos un espacio, un seno que contiene la plenitud de Dios: es María, el tabernáculo del Espíritu. Nada puede alterar la belleza y el encanto de la música callada, del lugar del nacimiento de Jesús en nuestro corazón. Así es nuestra realidad: escondido en nuestro corazón y rodeado externamente de fragmentación, odio, agresión y oscuridad se encuentra imperturbable nuestro templo interior. Y esto no es una fantasía, es nuestra verdad. Cristo Jesús existe en nuestro tabernáculo; refulge, vibra, resplandece y le sentimos como una expansión del alma, como un espacio de anchura y plenitud. Este seno de Dios, esta región imperturbable, este buen lugar, este espacio inmaculado, este tabernáculo lleno de gracia, es hoy el motivo de nuestra veneración y celebración entusiasta.

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¡Levántate y come!

 

«Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte. – ¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida!»

Elías es un hombre en fuga que atraviesa el desierto bajo amenaza. Su vida está en peligro. Siente miedo… De tal forma, que no encuentra sentido para su vida, la muerte le parece la mejor solución.

«De pronto un ángel lo tocó y le dijo: – ¡Levántate, come! Miró y vio a su cabecera pan y agua».

Cada ser humano está habitado por un hambre de sentido. Hay algo de no saciado en la vida de todos nosotros. Hay lugares sin respuesta en nuestro corazón, somos seres inmensamente vulnerables… Y hay momentos en nuestra historia en los que todo esto se vuelve especialmente dramático. El hambre y la sed, porque nos hacen tocar la extrema precariedad de la existencia, son lugares de riesgo en nuestras vidas. Un ser humano hambriento puede llegar fácilmente a la desesperación y sentir de cerca lo que es la locura.

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Aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos

Fotografía de Alex Guillaume | Unsplash

Aunque la gente buscaba a Jesús por haber quedado saciada de pan, detrás latía algo más profundo, una sed insaciable como la nuestra, un hambre del pan del cielo, el que da vida abundante que no perece, que dilata nuestros horizontes, que alivia nuestras penas, que pone esperanza en nuestras desilusiones y realismo en nuestra vida. Necesitamos disfrutar de la vida con alegría, con anchura, ser realistas con las personas y los acontecimientos sin expectativas idealistas y sin derrotismos pesimistas, viviendo con los pies en el suelo, anclados en la humanidad que somos.

La presencia real, sencilla e íntima de Jesús, nos hace sentir acogidos y amados como nunca nadie podrá amarnos. Jesús, como el pan, se dejó amasar por la vida, con sus alegrías y sus contrariedades, haciendo siempre el bien al servicio de todos. Jesús, horneado por el fuego del amor del Espíritu, pudo ofrecerse como alimento a todos los hambrientos y sedientos.

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Comuñón e compromiso

La organización del movimiento agrario | Diego Rivera | 1926

Texto en castellano

O pasaxe evanxélico do pasado domingo nos presentaba a Xesús e ós seus discípulos intentando retirarse  a un lugar solitario para acougar dos seus traballos, plan que se frustra porque ó chegar a outra banda do lago achegouse a El unha gran cantidade de xente.

A mirada de Xesús se pousa sobre a multitude que non só ten necesidade do pan da palabra, tamén do pan que enfortece os corpos para soportar o peso da vida. Sabemos que o número das persoas é hiperbólico, sómente os homes eran cinco mil, sen contar as mulleres e os nenos. Pero, que significado ten esta multiplicación dos pans. Ningún evanxelista subliñou tanto coma Xoán seu carácter eucarístico e corremos o risco de nos quedar na dimensión sacrificial e esquecer outros aspectos moi importantes da cea do Señor.

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