Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles

El 29 de junio, se celebraba en el imperio romano la fiesta de los fundadores de Roma: los legendarios Rómulo y Remo. Los cristianos, al cristianizarla, asociaron en una misma solemnidad a dos apóstoles de altísimo relieve, martirizados en tiempo de Nerón entre el 64 y el 67, en distintas fechas y lugares:

En la Roma imperial los cristianos llamaban la atención: eran llamados ateos porque barrían con todo tipo de dioses y de emperadores divinizados. Cristo no entraba en el Panteón.
El incendio de 7 distritos, los más inflamables de los 14 de la Urbe, duró cinco días. Dio tiempo al Nerón ausente para llegar a verlo y, según dicen, cantarlo en su delirio de artista. Se apresuró a imputarlo a los cristianos para sacudirse de encima toda peligrosa y candente sospecha. Prendió así la primera de las diez clásicas persecuciones que suelen señalarse bajo diversos emperadores.
Pedro, crucificado cabeza abajo según relato apócrifo, habrá evocado, ciertamente, las palabras del Maestro: Cuando llegues a viejo, otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras. El narrador evangélico mismo ya deja dicho que lo decía aludiendo al tipo de muerte que iba a padecer.
Pablo no corría peligro de ser crucificado, pero su muerte sería a espada, acorde con su condición de ciudadano romano. Dedicado a predicar, aprovechaba toda circunstancia para ello. De antiguo perseguidor, se había vuelto un preclaro apóstol. Llegando hasta Roma, ésta le ponía en condiciones de ir al mundo entero. Eso sí, con peligros de todo tipo incluso de los ¨falsos hermanos¨, dispuestos a delatar para salvar el pellejo.

La oración colecta y el prefacio vinculan y, al mismo tiempo, distinguen a Pedro y Pablo. Quieren expresar por qué se los celebra en una misma solemnidad: ambos, ciertamente, fueron a su modo fundamento de nuestra fe cristiana desde que Jesús envió a todo apóstol para hacer discípulos en el mundo entero.

Pedro fue el primero en confesar la fe. Alusión a la divinamente atinada y elogiada respuesta que dio en Cesarea de Filipo, cuando preguntó el Maestro ¿Y vosotros quién decís que soy yo?

Pablo, el maestro insigne que la interpretó. Alusión a la doctrina expresada en las Cartas paulinas. Cartas que salían al paso de dificultades y cuestiones que iban apareciendo en la vivencia y la propagación del Evangelio. Su palabra y su vida iluminan la nuestra.

En el frontispicio de la Basílica romana de San Pablo Extramuros están ambos apóstoles al lado del Maestro en un bello y luminoso mosaico. En efecto, Cristo marcó la razón de ser de sus vidas:

Para mí la vida es Cristo y el morir (y contemplarle) una ganancia, afirmaría solemnemente el Apóstol de las gentes.

El Cristo que los eligió fue la fuerza imparable de su vida de apóstoles.

Quedaría para el final de la carrera la corona de gloria que no se marchita: al premiarles su Confesión martirial. Altar de la Confesión es el edificado sobre el cuerpo del mártir. Lo vemos tanto en la basílica vaticana como en la de San Pablo extramuros.

Pedro fue martirizado en el circo de Nerón. Los cuerpos eran tirados en la ladera de la colina vaticana.

 

De ahí surgió la basílica Constantiniana, cuando el emperador decretó la libertad de cultos en el imperio.

Tantos cristianos quisieron ser sepultados a su alrededor como lugar de tamaño honor. Eso distinguía y ¨señalaba¨ la tumba, tan venerada y tan venerable.

El obelisco de la espina del circo, actualmente en la plaza vaticana, es el mudo testigo de dicho martirio. Lo había mandado traer Augusto desde Egipto. Y en su parte superior había una esfera con los restos de su padre, Julio César. Hoy lo culmina la Cruz del Señor de la Gloria.

Pablo fue martirizado en un lugar común de ejecuciones, llamado de las tres fuentes (Tre Fontane), terreno del agro romano cuyas aguas hubo que sanear (aquae salviae).

 

Dan nombre al desvío que nos lleva allá desde la Vía Laurentina.

Las tres fuentes son anteriores, ciertamente, a su martirio. Pero, para el imaginario popular, los evocados tres golpes de la cabeza han quedado como causa de las mismas, al caer separada del tronco.

El cuerpo fue recogido y llevado al cementerio común extramuros que había en la Vía Ostiense, a unos tres kilómetros del lugar de ejecución. Luego, ya sólo necrópolis cristiana, dio lugar a la actual Basílica de San Pablo Extramuros.

QUE LA ROMA INMORTAL DE MÁRTIRES Y SANTOS dé impulso testimonial  a nuestra vida hasta su final.

CRISTO NOS CAPACITA PARA SEGUIRLE COMO ASÍ CAPACITÓ A PEDRO Y PABLO EN SU PROPIA CIRCUNSTANCIA.