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Simples con el Dios Simplicísimo
Celebración de Acción de Gracias por los 50 años de nuestra comunidad con nuestros amigos
En esta celebración festiva queremos conmemorar, con todos los que nos acompañáis, estos 50 años de vida comunitaria en Sobrado. Estamos alegres de ver tantas rostros queridos y somos conscientes de que son muchos los que faltan.
Los fundadores de Císter aspiraban a una vida sencilla, una vida simple con el Dios Simplicísimo, porque percibieron que en una vida así residía la felicidad.
La experiencia nos enseña que la sencillez huye de nuestras vidas muy fácilmente, cuando en realidad ser sencillo sería la forma original de ser. Nuestros Padres tenían una concepción del ser humano que os explico con un ejemplo: somos una moneda de oro, hermosa, brillante, reluciente, y que además parece de oro porque es dorada, brilla, etc., tiene todas las cualidades del oro. Ahora imaginemos que esta moneda la perdemos, cae en tierra y se llena de barro. Si alguien la encuentra después de mucho tiempo se encontrará una moneda sucia, llena de barro, y que no parece de oro. Sigue siendo de oro, pero no lo parece. Si la lavamos y la limpiamos volverá a parecer de oro, pero esto sólo es posible porque a pesar de estar sucia sigue siendo de oro. La moneda perdió su apariencia de oro, pero nunca dejó de ser de oro. En nuestro caso, esto significa que si bien en nuestra realidad concreta nos mostramos complicados, nuestra verdad es que somos sencillos aunque vivamos desterrados en la complejidad. Ya lo decía el sabio Qohélet: “Mira lo que he averiguado: Dios hizo al hombre sencillo, pero él se buscó complicaciones sin fin” (7, 29).
Nuestro Descanso, nuestro Hogar es la sencillez. Anhelamos, buscamos y amamos la simplicidad porque somos conscientes de nuestra complejidad que tanto nos hace sufrir, de lo complicados que somos, y de la facilidad con la que complicamos lo que tocamos. No podemos llevar una vida sencilla, mientras no solucionemos nuestra complejidad. Y no podemos solucionar lo complicados que somos tan fácilmente como se hace una poda, porque así no vamos nunca a la raíz.
Querer ser sencillos y rechazar ser complicados, está dañado en su misma raíz porque ello supone que no hay aceptación, ni amor. No hay amor a lo que es, y el amor siempre es amor a lo que es, a lo real. Y nuestra realidad es que somos complicados. Si en la escuela del amor, que es la feliz definición de un monasterio cisterciense, no se aprende la misericordia y la aceptación, lo demás poco vale. Y la misericordia empieza por uno mismo, y cuando es así podemos tener la certeza de que nuestro amor a los hermanos será amor de verdad, porque será amor a su complejidad. Una vez que se acepta que la vida de todos está presidida por el Amor Incondicional de Dios sucede que la vida se vuelve simple.
Dietrich Bonhoeffer expresa maravillosamente cómo es el hombre simple de corazón puro: Aquel que no se mancha ni con el mal que comete, ni con el bien que hace. Para el hombre simple todo está en las manos de Dios, se siente desprendido tanto del éxito como del fracaso, y por eso, se ama a sí mismo incondicionalmente y ama a todos. Y el don de la Paz prevalece en su vida diaria.
Nuestra comunidad es como un mundo a pequeña escala. Intentamos vivir anclados en el Amor Incondicional de Dios, para que la concordia se vaya abriendo paso en medio de nuestras espesas complejidades, con el fin de crear un espacio de Paz.
Y Teilhard de Chardin también lo expresa de una forma muy piadosa y muy bella:
Piensa que estás en manos de Dios, tanto más fuertemente agarrado cuanto más decaído y triste te encuentres. Vive feliz, te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales. Haz que brote y conserva siempre en tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige. Y en el fondo del alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios. Recuerda: cuanto te reprima o inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso cuando te sientas apesadumbrado y triste adora y confía…
Queremos agradecer la presencia de todos los que nos acompañáis, y con todos vosotros que formáis parte de nuestra vida y de nuestra historia, nos ponemos hoy bajo la protección y guía de Santa María, Regla de los Monjes, para que ella nos contagie: entusiasmo, apuesta confiada por la vida, convicción de que vivir con realismo no está reñido con una honda esperanza, con un sano optimismo consistente en algo tan sencillo como hacer lo que es humanamente posible, que siempre es mucho más de lo que podamos imaginar cuando vivimos confiados y abandonados en Dios.