Todos nosotros estamos buscando vida, alegría, paz, lo mismo es decir, sentido para estos años que vivimos sobre esta tierra. Los años pasan y nosotros tememos que la vida se nos escape, tememos no lograr algo, tememos equivocarnos en nuestras opciones: si hubiera hecho de otra forma, si hubiera elegido otra forma de vida… Fácilmente podemos identificar una vida lograda con prestigio, éxito, poder, reconocimiento y, principalmente, sin cualquier señal de dolor. Todo esto puede desarrollarse dentro de nosotros bajo una capa de espiritualidad, porque el éxito, el prestigio y el reconocimiento también pueden ser alcanzados en un recorrido supuestamente espiritual.
Muchos de nosotros, sino todos, venimos de historias donde no hemos sido respetados, amados, sino, al revés, hemos sido juzgados, castigados, manipulados… Ciertamente todos tenemos experiencia del amor, pero lo más probable es que sea (o haya sido) una experiencia llena de condiciones. «Te amo, si…, si haces, si cumples, si alcanzas…» El amor condicionado es una fuente importante de culpabilidad porque, naturalmente, muchas veces no cumplimos con las expectativas de los demás que, a lo largo de la vida, hemos introyectado. Y lo peor es que nuestra imagen de Dios también está dañada por esto. ¡Cuántas personas no se sienten indignas delante de Dios! Para mucha gente, la experiencia religiosa no tiene nada de liberador, sino que es una forma inconsciente de reforzar el maltrato. Nos maltratamos con mucha facilidad, incluso en nombre de Dios.
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