
Hamlet y Horacio en el cementerio | Eugène Delacroix | 1839
Aunque parezca rimbombante y en las alturas, la pregunta tan conocida que se hace el Hamlet de Shakespeare, es una cuestión ineludible para todos: ser o no ser. Padecemos una profunda falta de ser. Tenemos necesidad de poseer una identidad, de saber quiénes somos, de existir a nuestros propios ojos y a los de los demás. Nacemos con una herida insondable e intentamos llenar ese vacío compensándolo con una identidad. Así es como nos fabricamos un ego, diferente del auténtico ser, de modo similar a como se infla un globo. Este yo artificial requiere un gran gasto de energía para sostenerse; y, como es frágil, necesita ser defendido. Los límites de este globo se mantienen vigilados por ‘turnos de guardia’ que protegen esta identidad ficticia: ¡y ay de quien la discuta o la amenace!; ¡ay de quien la ponga en cuestión o entorpezca la expansión de nuestro yo!, pues se convertirá en objeto de sus violentas reacciones. El orgullo y la dureza siempre van unidos. Sigue leyendo