Atándose a los ídolos, queriendo una independencia sin límites, el ser humano pierde la verdadera libertad. Pero Dios no cesa jamás de perdonar y la sangre de Jesucristo continúa salvando al mundo, pues la humanidad de Dios se manifiesta en todo ser humano, no solo por el hecho de ser una criatura de Dios, sino por el hecho de estar redimido en Cristo. A pesar de nuestros pecados y más aún precisamente por ellos, hemos de tener confianza en esa misericordia de Dios, hecha manifiesta en Cristo, venido precisamente para perdonar a los pecadores. Nos dice a cada uno: “Te estaré siempre esperando”
Hay que hacer una lectura religiosa de los acontecimientos actuales para discernir los signos de Cristo, en acción en el mundo, e incluso en nosotros mismos. La frase del salmo de hoy, podemos hacerla nuestra: “Acuérdate Señor de tu amor y ven a salvarnos”
La carta de S. Pablo a los Efesios, recién leída, vuelve a insistir en el mismo tema. Es porque Dios es misericordioso y no a causa de nuestras acciones que nos ha recreado en Jesucristo.
La creación del hombre y su salvación en Jesucristo no son para Pablo dos momentos distintos de la historia, como si Dios después de haber creado al hombre quisiera recuperar su obra, estropeada por el pecado, dándonos un Salvador. No; absolutamente no. Y esta es una verdad entusiasmante: “Dios nos ha creado en Jesucristo”. Es la intención primera de su acción a través de los siglos, que revela la riqueza infinita de su gracia. El punto final de la creación será la resurrección por Dios y su gozo infinito en el cielo.
De aquí se deduce la necesidad que tenemos cada uno de corresponder a este acto de creación continua por medio de una vida conforme a la vía trazada por Dios para nosotros.
Es necesario pues hacer un serio examen de conciencia para ver cómo es nuestra respuesta a ese amor incondicional.
Además, ver si tenemos la preocupación de descubrir este sentido cristiano del hombre a un mundo que busca su propio sentido de la historia. La fe juega un papel primordial en este tema que vengo subrayando.
Rehusar a ponerse en posición delante del gesto amoroso de Dios, rechazarlo incluso, resulta en una condena del hombre sobre el hombre y no una condena por parte de Dios. Dios es luz y esa luz no llega a quien no la acepta.
Encontramos aquí unos puntos para nuestra de reflexión, a la luz la Palabra de hoy.
¿Nos dejamos inundar, reconfortar y también nos dejarnos juzgar por ese amor de Dios que tanto nos ama y ama al mundo?
¿Proyectamos esa mirada de amor de Dios sobre el mundo o más bien estamos más dispuestos a condenarlo?
¿En el medio de esta Cuaresma se puede decir que actuamos según la verdad de Jesús, que nos dejamos llenar de su luz y que la proyectamos a nuestro entorno?
Más allá de los rituales, más allá de cumplir con unas normas, hemos de responder con tenacidad ante la desidia de la gente que no cree. Tenemos la responsabilidad de que poco a poco la sociedad cada vez sea más cristiana. No dependerá sólo de las escuelas, ni de las parroquias; dependerá de que en los hogares se rece y se hable de Dios. Es en las casas, en la calle, en nuestro ámbito cotidiano, donde tenemos que dar una respuesta afirmativa al Señor.
Bendecimos a Dios y nos gozamos en este domingo de laetare por su amor y por este período maravilloso en que se nos muestra en la liturgia esa realidad increíble del amor de Dios por el hombre, en el Hombre Jesús. Podemos afirmar que en la Trinidad se encuentra ya un hombre como nosotros, un Dios que ha tomado nuestra carne. Eso es pues, pienso, una garantía de la Resurrección de nuestro cuerpo en el Cielo junto al Jesus Resucitado, toda la humanidad en Él.
Gracias
Gracias
Muchas gracias.
La reflexión de hoy me trae el eco del cántico de las II vísperas de mi Cdad. cisterciense . Conmueve las entrañas:
“ Vivo de la Fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mi “. Ga. 2, 20.